junio 08, 2012
Enterrar el pasado
Macario Schettino (@macariomx)
schettino@eluniversal.com.mx
Profesor de Humanidades del ITESM-CCM
El Universal
Las campañas, cada vez más emotivas, se llevan la atención y no nos dejan ver lo que ocurre en el resto del mundo. Es un terrible paradoja, porque de lo que se trata es de elegir el próximo gobierno, que tendrá que enfrentar ese mundo que hoy ignoramos.
Por ello, me parece que no está nada mal dar una revisada a lo que está pasando y que será de la mayor importancia para ese nuevo gobierno, es decir, es determinante para nuestra decisión.
Primero, recordar que la transformación tecnológica que vive el mundo es equivalente a la ocurrida al inicio de los dos siglos anteriores. Transformaciones que no se quedaron en la esfera económica, sino que modificaron por completo la sociedad y la política. De ese tamaño es el proceso que no vemos. No le hago un recuento entero de lo que está pasando, nada más le comento un par de temas. Gracias a avances tecnológicos, estamos en el inicio de una revolución energética. A diferencia de lo que se suele creer, ahora tenemos disponible energía en abundancia, mucho más barata y más limpia. El gas de lutitas (shale gas) nos abre tres siglos de energía, que muchos pensaban ya agotada. Por otro lado, y también en contra de las creencias, hay hoy muchos más alimentos por ser humano que en cualquier momento previo de la historia. Hoy, de acuerdo con la FAO, tenemos 30% más comida para cada uno de los 7 mil millones de seres humanos de la que había hace 50 años para la mitad de esa población.
Segundo, hay una recomposición de la producción mundial, que no debemos dejar de lado porque nos afecta directamente. En los últimos 10 años, China dio el gran salto (en buena medida deteniéndonos) y arrastró con ella a otras economías emergentes. Eso llegó a su fin. Hoy China difícilmente podrá mantener el crecimiento mínimo aceptable para sostener su modelo funcionando. Por ello, ya dejó de comprar, y países como Argentina y Brasil están hoy en serias dificultades. Argentina al borde de una crisis, otra vez, y el segundo con su economía detenida y sus manufacturas en contracción. Mientras, México crece al 5%. Como bien lo reseña la prensa extranjera, ahora la producción se mueve de regreso, de China a Norteamérica, especialmente a México.
Lo que veremos en los próximos años es una etapa totalmente diferente de la economía mundial, y por lo tanto de la geopolítica. El crecimiento acelerado de China, que a muchos les pareció el nacimiento de una potencia global, parece más bien seguir los pasos de Japón en 1990. Esto no quiere decir que esas economías no funcionen, es sólo que no tienen posibilidad de convertirse en potencias globales en las próximas décadas. Europa, a pesar de sus dificultades, va a salir adelante, pero seguirá siendo una economía lenta, envejecida. Otra vez, el motor será Estados Unidos. O, si entendemos nosotros, Norteamérica.
El futuro de Estados Unidos depende, en buena medida, de complementar su economía en el marco del TLCAN. La aportación energética de Canadá y de mano de obra de México es lo que le falta a Estados Unidos para establecerse en una trayectoria de crecimiento estable. Es algo que también se nos escapa, pero Canadá produce ya más petróleo que nosotros y tiene más reservas.
A pesar de las visiones catastrofistas tan comunes, hay altas posibilidades de que México entre en una dinámica que, por fin, permita romper la maldición del “ingreso medio” en que hemos estado por décadas. Para lograrlo, lo que necesitamos es resolver dos cosas. Primero, construir en verdad un Estado de derecho, cumplir las leyes. Segundo, transformar nuestra forma de ver el mundo, de una visión colectivista y pobrista, a una orientación a la generación de riqueza.
Durante todo el siglo XX no hubo en México ley, había poder. El presidente decidía, o sus subordinados, sin hacer jamás caso alguno de las leyes. Esto ha empezado a cambiar. Desde 1997 en México la ley se empieza a cumplir. Necesitamos no sólo fortalecer este cambio, sino convertirlo en la naturaleza de los mexicanos. Sin ley no hay democracia, y sin ley no hay defensa de los débiles.
De la misma manera, durante casi todo el siglo pasado México apostó por ser una economía colectivista, dirigida desde el Estado. Apostamos, como muchos otros, por un camino que resultó un fracaso. Tenemos que dejarlo atrás. Tenemos que dejar de regodearnos en la pobreza y tenemos que festejar la creación de riqueza. Tenemos que enterrar definitivamente la Revolución Mexicana.
Ésa, no otra, es la decisión del primero de julio.
schettino@eluniversal.com.mx
Profesor de Humanidades del ITESM-CCM
El Universal

Por ello, me parece que no está nada mal dar una revisada a lo que está pasando y que será de la mayor importancia para ese nuevo gobierno, es decir, es determinante para nuestra decisión.
Primero, recordar que la transformación tecnológica que vive el mundo es equivalente a la ocurrida al inicio de los dos siglos anteriores. Transformaciones que no se quedaron en la esfera económica, sino que modificaron por completo la sociedad y la política. De ese tamaño es el proceso que no vemos. No le hago un recuento entero de lo que está pasando, nada más le comento un par de temas. Gracias a avances tecnológicos, estamos en el inicio de una revolución energética. A diferencia de lo que se suele creer, ahora tenemos disponible energía en abundancia, mucho más barata y más limpia. El gas de lutitas (shale gas) nos abre tres siglos de energía, que muchos pensaban ya agotada. Por otro lado, y también en contra de las creencias, hay hoy muchos más alimentos por ser humano que en cualquier momento previo de la historia. Hoy, de acuerdo con la FAO, tenemos 30% más comida para cada uno de los 7 mil millones de seres humanos de la que había hace 50 años para la mitad de esa población.
Segundo, hay una recomposición de la producción mundial, que no debemos dejar de lado porque nos afecta directamente. En los últimos 10 años, China dio el gran salto (en buena medida deteniéndonos) y arrastró con ella a otras economías emergentes. Eso llegó a su fin. Hoy China difícilmente podrá mantener el crecimiento mínimo aceptable para sostener su modelo funcionando. Por ello, ya dejó de comprar, y países como Argentina y Brasil están hoy en serias dificultades. Argentina al borde de una crisis, otra vez, y el segundo con su economía detenida y sus manufacturas en contracción. Mientras, México crece al 5%. Como bien lo reseña la prensa extranjera, ahora la producción se mueve de regreso, de China a Norteamérica, especialmente a México.
Lo que veremos en los próximos años es una etapa totalmente diferente de la economía mundial, y por lo tanto de la geopolítica. El crecimiento acelerado de China, que a muchos les pareció el nacimiento de una potencia global, parece más bien seguir los pasos de Japón en 1990. Esto no quiere decir que esas economías no funcionen, es sólo que no tienen posibilidad de convertirse en potencias globales en las próximas décadas. Europa, a pesar de sus dificultades, va a salir adelante, pero seguirá siendo una economía lenta, envejecida. Otra vez, el motor será Estados Unidos. O, si entendemos nosotros, Norteamérica.
El futuro de Estados Unidos depende, en buena medida, de complementar su economía en el marco del TLCAN. La aportación energética de Canadá y de mano de obra de México es lo que le falta a Estados Unidos para establecerse en una trayectoria de crecimiento estable. Es algo que también se nos escapa, pero Canadá produce ya más petróleo que nosotros y tiene más reservas.
A pesar de las visiones catastrofistas tan comunes, hay altas posibilidades de que México entre en una dinámica que, por fin, permita romper la maldición del “ingreso medio” en que hemos estado por décadas. Para lograrlo, lo que necesitamos es resolver dos cosas. Primero, construir en verdad un Estado de derecho, cumplir las leyes. Segundo, transformar nuestra forma de ver el mundo, de una visión colectivista y pobrista, a una orientación a la generación de riqueza.
Durante todo el siglo XX no hubo en México ley, había poder. El presidente decidía, o sus subordinados, sin hacer jamás caso alguno de las leyes. Esto ha empezado a cambiar. Desde 1997 en México la ley se empieza a cumplir. Necesitamos no sólo fortalecer este cambio, sino convertirlo en la naturaleza de los mexicanos. Sin ley no hay democracia, y sin ley no hay defensa de los débiles.
De la misma manera, durante casi todo el siglo pasado México apostó por ser una economía colectivista, dirigida desde el Estado. Apostamos, como muchos otros, por un camino que resultó un fracaso. Tenemos que dejarlo atrás. Tenemos que dejar de regodearnos en la pobreza y tenemos que festejar la creación de riqueza. Tenemos que enterrar definitivamente la Revolución Mexicana.
Ésa, no otra, es la decisión del primero de julio.
¿Por qué votar por Josefina?
Paz Fernández Cueto
paz@fernandezcueto.com
Reforma
Podría enumerar un sinfín de razones difundidas en las redes sociales, unas avalando el retroceso que significaría el regreso de un PRI autoritario y corporativista, y otras enfatizando el riesgo de la llegada de una izquierda representada por un candidato amenazante, incongruente y disfrazado de amoroso. Por convincentes que fueran los argumentos basados en la aversión que suscitan estos dos candidatos en ciertos sectores de la sociedad, no alcanzarían a motivar al votante, aún dudoso, a favor de la alternativa que ofrece la candidata del PAN. Existe la posibilidad de que la aversión surgida contra Peña Nieto a partir del movimiento #YoSoy132 y el miedo que ha suscitado López Obrador con sus predicciones de fraude electoral se traduzcan en votos útiles que favorezcan, entre estos dos candidatos, no a quien convenza sino a quien se considere menos peor.
Es por esto importante dar razones propositivas que convenzan a votar por Josefina como la mejor opción, sin caer en la falacia del voto de miedo. Es momento de definirse por una apuesta fundamental a través de una sencilla reflexión: ¿por qué no ha avanzado México al ritmo que corresponde a un país rico en recursos naturales, heredero de un acervo cultural milenario, exuberante en su geografía, poseedor de un capital humano inteligente, talentoso y trabajador, como lo han demostrado nuestros paisanos migrantes? No tengo ninguna duda en afirmar que la falta de educación ha sido la causa de haberse perpetuado en nuestro país la miseria, debilitado las instituciones y cundido la corrupción. Por eso estoy convencida que una agenda educativa como la de Josefina, libre de compromisos políticos o alianzas comprometedoras con otros partidos, es la que puede sacar a México adelante del rezago.
La Coalición Ciudadana por la Educación organizó en días pasados un "Encuentro Ciudadano con los candidatos a la Presidencia de la República 2012", lanzando 10 Preguntas claves por la Educación, para ser contestadas frente a empresarios, académicos, investigadores, docentes y representantes de más de doscientas Asociaciones Civiles focalizadas en la educación. Asistieron Peña Nieto y Josefina. Los otros dos candidatos se disculparon por cuestiones de agenda. La primera pregunta, y por cierto la más comprometedora, tenía que ver con el decreto presidencial promulgado en el año 1946 mediante el cual se le dio el control al sindicato sobre la carrera de los maestros de todo el país. En caso de llegar a la Presidencia de la República, se les preguntó, ¿estaría dispuesta (o) a derogarlo? Peña Nieto se limitó a ofrecer la revisión del decreto de 1946 sin comprometerse a más, admitiendo que había que despolitizar la educación. Sus compromisos con las dirigencias sindicales y cúpulas corporativistas obviamente condicionaron su respuesta, como ciertamente condicionarían las políticas educativas de su gobierno. Siendo diputada federal del PAN y secretaria de la Comisión de Educación durante esta legislatura, propuse una iniciativa para incluir la Evaluación Universal de los Maestros en la Ley General de Educación, misma que no prosperó. Los diputados del PRI y del PRD cedieron a las presiones que suscitaron las recientes marchas de maestros que se oponen a ser evaluados.
Josefina fue la única que se pronunció con firmeza comprometiéndose a derogar, al llegar a la Presidencia de la República, el famoso decreto de 1946, y construir un marco legal distinto que rija la educación en México. Derogaría este decreto sin ninguna duda, dijo, para recuperar la rectoría del Estado Mexicano en materia educativa. Sí a los sindicatos fuertes, pero evitando esta confusión que ha dañado la agenda educativa del país. La vigencia de este decreto es obsoleta, tan absurdo como si se hubiera dejado en manos del sindicato de trabajadores de la Secretaría de Hacienda la política económica del país.
La agenda educativa de Josefina, incluyendo el "Adiós, Elba", será capaz de convencer a los votantes dudosos, hartos ya del chantaje que mete al país en jaque, cada que los maestros deciden aumentar sus privilegios violando el derecho de los niños. Si Josefina reafirma que su objetivo es la profesionalización de los maestros, si se compromete a centrar la educación no en los privilegios del docente sino en el aprendizaje del alumno, si ubica a la educación como eje central de las políticas púbicas de su gobierno, convencerá a cualquiera, porque la educación es la única fuerza demoledora capaz de resolver todos los problemas en su conjunto. Esta es su oportunidad y la de todos.
paz@fernandezcueto.com
Reforma

Es por esto importante dar razones propositivas que convenzan a votar por Josefina como la mejor opción, sin caer en la falacia del voto de miedo. Es momento de definirse por una apuesta fundamental a través de una sencilla reflexión: ¿por qué no ha avanzado México al ritmo que corresponde a un país rico en recursos naturales, heredero de un acervo cultural milenario, exuberante en su geografía, poseedor de un capital humano inteligente, talentoso y trabajador, como lo han demostrado nuestros paisanos migrantes? No tengo ninguna duda en afirmar que la falta de educación ha sido la causa de haberse perpetuado en nuestro país la miseria, debilitado las instituciones y cundido la corrupción. Por eso estoy convencida que una agenda educativa como la de Josefina, libre de compromisos políticos o alianzas comprometedoras con otros partidos, es la que puede sacar a México adelante del rezago.
La Coalición Ciudadana por la Educación organizó en días pasados un "Encuentro Ciudadano con los candidatos a la Presidencia de la República 2012", lanzando 10 Preguntas claves por la Educación, para ser contestadas frente a empresarios, académicos, investigadores, docentes y representantes de más de doscientas Asociaciones Civiles focalizadas en la educación. Asistieron Peña Nieto y Josefina. Los otros dos candidatos se disculparon por cuestiones de agenda. La primera pregunta, y por cierto la más comprometedora, tenía que ver con el decreto presidencial promulgado en el año 1946 mediante el cual se le dio el control al sindicato sobre la carrera de los maestros de todo el país. En caso de llegar a la Presidencia de la República, se les preguntó, ¿estaría dispuesta (o) a derogarlo? Peña Nieto se limitó a ofrecer la revisión del decreto de 1946 sin comprometerse a más, admitiendo que había que despolitizar la educación. Sus compromisos con las dirigencias sindicales y cúpulas corporativistas obviamente condicionaron su respuesta, como ciertamente condicionarían las políticas educativas de su gobierno. Siendo diputada federal del PAN y secretaria de la Comisión de Educación durante esta legislatura, propuse una iniciativa para incluir la Evaluación Universal de los Maestros en la Ley General de Educación, misma que no prosperó. Los diputados del PRI y del PRD cedieron a las presiones que suscitaron las recientes marchas de maestros que se oponen a ser evaluados.
Josefina fue la única que se pronunció con firmeza comprometiéndose a derogar, al llegar a la Presidencia de la República, el famoso decreto de 1946, y construir un marco legal distinto que rija la educación en México. Derogaría este decreto sin ninguna duda, dijo, para recuperar la rectoría del Estado Mexicano en materia educativa. Sí a los sindicatos fuertes, pero evitando esta confusión que ha dañado la agenda educativa del país. La vigencia de este decreto es obsoleta, tan absurdo como si se hubiera dejado en manos del sindicato de trabajadores de la Secretaría de Hacienda la política económica del país.
La agenda educativa de Josefina, incluyendo el "Adiós, Elba", será capaz de convencer a los votantes dudosos, hartos ya del chantaje que mete al país en jaque, cada que los maestros deciden aumentar sus privilegios violando el derecho de los niños. Si Josefina reafirma que su objetivo es la profesionalización de los maestros, si se compromete a centrar la educación no en los privilegios del docente sino en el aprendizaje del alumno, si ubica a la educación como eje central de las políticas púbicas de su gobierno, convencerá a cualquiera, porque la educación es la única fuerza demoledora capaz de resolver todos los problemas en su conjunto. Esta es su oportunidad y la de todos.
Andrés Manuel, fraude y honestidad
Jorge Fernández Menéndez (@jorgeimagen)
Razones
Excélsior
¿Qué posibilidades existen de que haya un fraude electoral el próximo primero de julio? En realidad, prácticamente ninguna. Los controles impuestos por las autoridades electorales, de todo tipo, la presencia de los partidos y sus representantes, la de los observadores y los medios, impiden que haya un fraude electoral. Tampoco lo hubo en 2006: la diferencia de medio punto porcentual entre Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador fue eso, una diferencia de medio punto que se dio en medio de los mismos controles y observadores que existen hoy. No hubo el conteo voto por voto, pero se abrieron todos y cada uno de los paquetes electorales que la coalición que respalda a López Obrador solicitó al TEPJF que se abrieran y el resultado no se modificó. Un resultado que coincidió con el PREP y con el conteo rápido y con las encuestas, incluso la de López Obrador en la noche de las elecciones cuando, como lo reveló en su libro Carlos Tello (lo que disparó la ira de AMLO), fue informado de que había perdido por un punto.
Cuando Andrés Manuel insiste ahora en el fraude de 2006 está mintiendo y está socavando su machacona insistencia en su honestidad (dime de qué presumes y te diré de qué careces, decían las abuelitas). Al no respaldar, sea cual fuere, el resultado y las instituciones electorales y al pedir “a los intelectuales” que “lo ayuden a que no haya fraude”, en realidad está diciendo que, si no gana, no respetará los resultados.
Las encuestas demuestran que las elecciones están hoy mucho más lejos de las posibilidades de López Obrador que hace seis años. Salvo la controvertida de Reforma, todas las encuestas coinciden en que la distancia entre Enrique Peña Nieto y López Obrador gira en torno a los diez y los 14 puntos, como la de Excélsior, publicada ayer, y que AMLO está empatado o con uno o dos puntos de ventaja respecto de Josefina Vázquez Mota.
El candidato de la coalición de izquierda podrá decir lo que quiera, pero sus declaraciones de ayer, de que “lo atacan porque ya va ganando”, tienen la misma verosimilitud que sus declaraciones de hace seis años, acerca de que él tenía una encuesta que le daba diez puntos de ventaja.
Con Andrés Manuel es muy difícil confrontar ideas, opinar diferente, por la sencilla razón de que no acepta que alguien lo contradiga, pero incluso no es capaz de reconocer los hechos como tales. Todo lo reduce a una guerra sucia, a su honestidad, a que él es diferente a los demás políticos. El miércoles en Tercer Grado me volvió a asombrar que dijera (y que ninguno de los amigos que estaban en el pánel lo cuestionara) que él “no era un hombre de poder, que el poder no le interesaba”. Una declaración extraordinaria para un hombre que a los 17 años se afilió, en plena represión echeverrista contra los estudiantes, al PRI; que fue funcionario priista en Tabasco y presidente del partido en esa misma entidad (además de componer el Himno del PRI tabasqueño); que renunció al PRI porque no fue presidente municipal de Macuspana, para irse al naciente PRD; que fue dos veces candidato a gobernador; que fue presidente nacional del PRD; jefe de Gobierno del DF; candidato presidencial en 2006; que luego se proclamó presidente legítimo y ahora vuelve a ser candidato presidencial. Para alguien que no aspira al poder ni lo busca, no está nada mal, sobre todo considerando que Andrés Manuel no ha tenido en su vida adulta un solo trabajo en el sector privado, académico o como profesional independiente. Sólo ha trabajado de político.
Lo que sí sabemos, y lo que no asombra, es que cada vez que es cuestionado o criticado, López Obrador recurre a la intolerancia o a ignorar a sus interlocutores. Puede hablar de la honestidad de su gobierno al comprar unos vagones de tren, pero oculta, como secreto de Estado, el costo de sus segundos pisos; puede reconocer que la cena de la charola sí se realizó, pero decir que él no sabía de ella y ni siquiera descalifica a quienes estuvieron allí. Que el señor Adolfo Hellmund estuvo allí y que pidió seis millones de dólares para la campaña de su jefe, ¿se imagina usted los negocios que podría hacer este señor como secretario de Energía? ¿No tendría que haber hecho López Obrador por lo menos lo que hizo Miguel Mancera: una denuncia de hechos ante la Procuraduría para deslindarse de un delito electoral?). Puede decir que combatió a la corrupción, pero ahí siguen René Bejarano, uno de sus principales operadores electorales y su esposa, Dolores Padierna, secretaria general del PRD; puede decir que no conoce al ex gobernador Narciso Agúndez a pesar de que hay innumerables fotos de ambos juntos y Baja California Sur era su lugar de reposo durante semanas en el sexenio de Agúndez.
A López Obrador, por estos y otros temas, lo van a atacar el domingo en el debate, pero no se trata de guerra sucia: se trata de confrontar a un candidato sobre lo que dice con lo que hace.
Razones
Excélsior

Cuando Andrés Manuel insiste ahora en el fraude de 2006 está mintiendo y está socavando su machacona insistencia en su honestidad (dime de qué presumes y te diré de qué careces, decían las abuelitas). Al no respaldar, sea cual fuere, el resultado y las instituciones electorales y al pedir “a los intelectuales” que “lo ayuden a que no haya fraude”, en realidad está diciendo que, si no gana, no respetará los resultados.
Las encuestas demuestran que las elecciones están hoy mucho más lejos de las posibilidades de López Obrador que hace seis años. Salvo la controvertida de Reforma, todas las encuestas coinciden en que la distancia entre Enrique Peña Nieto y López Obrador gira en torno a los diez y los 14 puntos, como la de Excélsior, publicada ayer, y que AMLO está empatado o con uno o dos puntos de ventaja respecto de Josefina Vázquez Mota.
El candidato de la coalición de izquierda podrá decir lo que quiera, pero sus declaraciones de ayer, de que “lo atacan porque ya va ganando”, tienen la misma verosimilitud que sus declaraciones de hace seis años, acerca de que él tenía una encuesta que le daba diez puntos de ventaja.
Con Andrés Manuel es muy difícil confrontar ideas, opinar diferente, por la sencilla razón de que no acepta que alguien lo contradiga, pero incluso no es capaz de reconocer los hechos como tales. Todo lo reduce a una guerra sucia, a su honestidad, a que él es diferente a los demás políticos. El miércoles en Tercer Grado me volvió a asombrar que dijera (y que ninguno de los amigos que estaban en el pánel lo cuestionara) que él “no era un hombre de poder, que el poder no le interesaba”. Una declaración extraordinaria para un hombre que a los 17 años se afilió, en plena represión echeverrista contra los estudiantes, al PRI; que fue funcionario priista en Tabasco y presidente del partido en esa misma entidad (además de componer el Himno del PRI tabasqueño); que renunció al PRI porque no fue presidente municipal de Macuspana, para irse al naciente PRD; que fue dos veces candidato a gobernador; que fue presidente nacional del PRD; jefe de Gobierno del DF; candidato presidencial en 2006; que luego se proclamó presidente legítimo y ahora vuelve a ser candidato presidencial. Para alguien que no aspira al poder ni lo busca, no está nada mal, sobre todo considerando que Andrés Manuel no ha tenido en su vida adulta un solo trabajo en el sector privado, académico o como profesional independiente. Sólo ha trabajado de político.
Lo que sí sabemos, y lo que no asombra, es que cada vez que es cuestionado o criticado, López Obrador recurre a la intolerancia o a ignorar a sus interlocutores. Puede hablar de la honestidad de su gobierno al comprar unos vagones de tren, pero oculta, como secreto de Estado, el costo de sus segundos pisos; puede reconocer que la cena de la charola sí se realizó, pero decir que él no sabía de ella y ni siquiera descalifica a quienes estuvieron allí. Que el señor Adolfo Hellmund estuvo allí y que pidió seis millones de dólares para la campaña de su jefe, ¿se imagina usted los negocios que podría hacer este señor como secretario de Energía? ¿No tendría que haber hecho López Obrador por lo menos lo que hizo Miguel Mancera: una denuncia de hechos ante la Procuraduría para deslindarse de un delito electoral?). Puede decir que combatió a la corrupción, pero ahí siguen René Bejarano, uno de sus principales operadores electorales y su esposa, Dolores Padierna, secretaria general del PRD; puede decir que no conoce al ex gobernador Narciso Agúndez a pesar de que hay innumerables fotos de ambos juntos y Baja California Sur era su lugar de reposo durante semanas en el sexenio de Agúndez.
A López Obrador, por estos y otros temas, lo van a atacar el domingo en el debate, pero no se trata de guerra sucia: se trata de confrontar a un candidato sobre lo que dice con lo que hace.
Igual, exactamente igual que hace seis años
Raúl Cremoux
cremouxra@hotmail.com
La Crónica de Hoy
Los jóvenes que hoy tienen entre 17 y 23 años, nutrientes sustantivos del numeral Yo Soy 132, tenían entre once y dieciséis primaveras cuando seguramente estaban muy interesados en la fisonomía de sus primeras amigas, los viajes y por supuesto el futbol. Ellas preferían los conciertos musicales y los primeros libros. No seamos superficiales, pero salvo excepciones, estaban alejados del mundo político y sus extraños acontecimientos.
Seguramente supieron por sus padres, hermanos y amigos, los enormes problemas que a todos nos causó el plantón sobre Reforma que partió en dos a la ciudad capital; han de haber oído que muchos pequeños comercios debieron cerrar, que muchos otros perdieron sus empleos y el grado de dificultad que representaba cumplir a tiempo los numerosos compromisos de una ciudadanía, harta de ese caos provocado por Andrés Manuel que afirmaba le habían robado la Presidencia.
Y es que no tuvo otra alternativa; él quería salvar a la Patria, despojarla de las tenazas en que la tenía una mafia.
Como sabemos, él es un hombre desinteresado en el poder por el poder; es realmente amoroso, lo que anhela es salvarnos y para ello, ya lleva mucho tiempo en el intento. De joven se retrasó 11 años en la Facultad de Ciencias Políticas ya que él militaba en el PRI de Enrique González Pedrero allá en Tabasco y se ocupaba de hacer el himno del partido; luego, como no le dieron el puesto que él quería, se dedicó a apoyar a los disidentes de Petróleos Mexicanos y amenazó con bloquear los pozos e incluso llegar a quemarlos. Vino la travesía del desierto y cuando pudo, se metió al naciente PRD. Ahí escaló tanto que ya como presidente de ese partido, le hizo la vida imposible a Rosario Robles y de paso a Cuauhtémoc Cárdenas. Ellos no eran radicales ni buscaban con desesperación terminar con la corrupción aplastante.
Ya como candidato sufrió muchísimo; primero un cerco informativo ya que los mafiosos controlan, igual que ahora, los medios de información; por ello tuvo que evitar dar a conocer el costo del segundo piso en el Periférico; luego las traiciones. De ello dan cuenta René Bejarano, Carlos Imaz, y muchísimos más que no saben lo que es la honestidad, la honradez, el decoro y la prudencia que él encarna.
El IFE, lejos de dar a conocer las cifras que representaban el triunfo y que la empresa encuestadora Covarrubias, como él decía, lo ponía en primer lugar, no lo hicieron, y la mafia le arrebató el poder.
Ahora es igual, ocho encuestadoras lo ponen abajo del puntero con un margen de 15 a 20 puntos pero él tiene la buena, la verdadera, aquella que le dio el triunfo sobre Marcelo Ebrard para llegar a la candidatura y que según Andrés López lo ubica dos puntos sobre Enrique Peña.
Lo quieren robar. Veamos, los seis millones de dólares ha sido un escándalo porque los medios El Universal, Milenio y Televisa así lo han querido. De otro modo y con discreción, esos 84 millones de pesos afianzarían la victoria.
Venturosamente nació un movimiento juvenil, fresco, espontáneo, limpio que poco a poco se ha inclinado por pregonar que la televisión quiere imponer un candidato. Ya lo sabemos, el poder de la tele es enorme y la audiencia es dúctil, sencilla y proclive a dejarse influir. Para evitar esta tragedia están los jóvenes que ya dejaron de ser apartidistas y por supuesto, los miembros del SME, la CNTE, PT, Movimiento Ciudadano, ex Convergencia y algunos del PRD (remember 2009 cuando lo quisieron expulsar del PRD pero no se atrevieron por hacer campaña en el PT). Aquí hubiera sido muy conveniente tener a su lado a Juanito, quien dice estar respaldado por 20 millones de votos. Supongamos que sean al menos los votantes de Iztapalapa que lo llevaron a la jefatura de la delegación desde donde AMLO le jaló las orejas y le bajó los pantalones para nalguearlo por necio. No entendía que todo se lo debía a López Obrador con esa limpia y democrática acción que la nación aún no termina de procesar y olvidar.
Hoy las cosas se repiten; la elite —antes mafia—, le prepara una “guerra sucia”, bueno no tan fuerte como la destinada a Peña pero sucia al fin y al cabo. Por ello le ha pedido auxilio a ciertos intelectuales para que detengan los espots ominosos en que se recuerda su pasado y su buena dosis de violencia implícita: los gritos agudos ante los pozos petroleros, la voz chillona en el momento de mandar al diablo a las instituciones y su bien alimentada jaculatoria sobre el fraude que viene así como la posible intervención de fuerzas armadas. Un poema.
Todo sigue igual, exactamente igual que hace seis años.
cremouxra@hotmail.com
La Crónica de Hoy
Los jóvenes que hoy tienen entre 17 y 23 años, nutrientes sustantivos del numeral Yo Soy 132, tenían entre once y dieciséis primaveras cuando seguramente estaban muy interesados en la fisonomía de sus primeras amigas, los viajes y por supuesto el futbol. Ellas preferían los conciertos musicales y los primeros libros. No seamos superficiales, pero salvo excepciones, estaban alejados del mundo político y sus extraños acontecimientos.
Seguramente supieron por sus padres, hermanos y amigos, los enormes problemas que a todos nos causó el plantón sobre Reforma que partió en dos a la ciudad capital; han de haber oído que muchos pequeños comercios debieron cerrar, que muchos otros perdieron sus empleos y el grado de dificultad que representaba cumplir a tiempo los numerosos compromisos de una ciudadanía, harta de ese caos provocado por Andrés Manuel que afirmaba le habían robado la Presidencia.
Y es que no tuvo otra alternativa; él quería salvar a la Patria, despojarla de las tenazas en que la tenía una mafia.
Como sabemos, él es un hombre desinteresado en el poder por el poder; es realmente amoroso, lo que anhela es salvarnos y para ello, ya lleva mucho tiempo en el intento. De joven se retrasó 11 años en la Facultad de Ciencias Políticas ya que él militaba en el PRI de Enrique González Pedrero allá en Tabasco y se ocupaba de hacer el himno del partido; luego, como no le dieron el puesto que él quería, se dedicó a apoyar a los disidentes de Petróleos Mexicanos y amenazó con bloquear los pozos e incluso llegar a quemarlos. Vino la travesía del desierto y cuando pudo, se metió al naciente PRD. Ahí escaló tanto que ya como presidente de ese partido, le hizo la vida imposible a Rosario Robles y de paso a Cuauhtémoc Cárdenas. Ellos no eran radicales ni buscaban con desesperación terminar con la corrupción aplastante.
Ya como candidato sufrió muchísimo; primero un cerco informativo ya que los mafiosos controlan, igual que ahora, los medios de información; por ello tuvo que evitar dar a conocer el costo del segundo piso en el Periférico; luego las traiciones. De ello dan cuenta René Bejarano, Carlos Imaz, y muchísimos más que no saben lo que es la honestidad, la honradez, el decoro y la prudencia que él encarna.
El IFE, lejos de dar a conocer las cifras que representaban el triunfo y que la empresa encuestadora Covarrubias, como él decía, lo ponía en primer lugar, no lo hicieron, y la mafia le arrebató el poder.
Ahora es igual, ocho encuestadoras lo ponen abajo del puntero con un margen de 15 a 20 puntos pero él tiene la buena, la verdadera, aquella que le dio el triunfo sobre Marcelo Ebrard para llegar a la candidatura y que según Andrés López lo ubica dos puntos sobre Enrique Peña.
Lo quieren robar. Veamos, los seis millones de dólares ha sido un escándalo porque los medios El Universal, Milenio y Televisa así lo han querido. De otro modo y con discreción, esos 84 millones de pesos afianzarían la victoria.
Venturosamente nació un movimiento juvenil, fresco, espontáneo, limpio que poco a poco se ha inclinado por pregonar que la televisión quiere imponer un candidato. Ya lo sabemos, el poder de la tele es enorme y la audiencia es dúctil, sencilla y proclive a dejarse influir. Para evitar esta tragedia están los jóvenes que ya dejaron de ser apartidistas y por supuesto, los miembros del SME, la CNTE, PT, Movimiento Ciudadano, ex Convergencia y algunos del PRD (remember 2009 cuando lo quisieron expulsar del PRD pero no se atrevieron por hacer campaña en el PT). Aquí hubiera sido muy conveniente tener a su lado a Juanito, quien dice estar respaldado por 20 millones de votos. Supongamos que sean al menos los votantes de Iztapalapa que lo llevaron a la jefatura de la delegación desde donde AMLO le jaló las orejas y le bajó los pantalones para nalguearlo por necio. No entendía que todo se lo debía a López Obrador con esa limpia y democrática acción que la nación aún no termina de procesar y olvidar.
Hoy las cosas se repiten; la elite —antes mafia—, le prepara una “guerra sucia”, bueno no tan fuerte como la destinada a Peña pero sucia al fin y al cabo. Por ello le ha pedido auxilio a ciertos intelectuales para que detengan los espots ominosos en que se recuerda su pasado y su buena dosis de violencia implícita: los gritos agudos ante los pozos petroleros, la voz chillona en el momento de mandar al diablo a las instituciones y su bien alimentada jaculatoria sobre el fraude que viene así como la posible intervención de fuerzas armadas. Un poema.
Todo sigue igual, exactamente igual que hace seis años.
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