junio 11, 2012

Sin grilla. Una mera evaluación

Gabriela Cuevas Barrón (@gabycuevas)
gabrielacuevasbarron@hotmail.com
Orden del día
El Universal

Uno de los tres candidatos y candidata a la Presidencia de la República gobernó el Distrito Federal entre los años 2000 a 2005: Andrés Manuel López Obrador, quien ahora es presentado como un exitoso gobernante por sus voceros.

En este artículo presentaré la situación que vivimos millones de capitalinos durante el periodo que abarcó su gestión, con la objetividad de los números y la solidez de las fuentes que caracterizan este espacio. Mis dudas y opiniones las expresaré como preguntas que espero sean respondidas por el candidato de las izquierdas, aunque sé que eso no va a suceder.

Crecimiento económico y empleo como simples promesas

“El mejor remedio contra todos los males es el trabajo.”
Charles Baudelaire.

Las cifras del INEGI muestran que en sólo 4 años el porcentaje de personas desempleadas en el DF se elevó a más del doble al pasar de 2.5% en 2001 a 5.78% en 2004.

Por si esto no fuera revelador en sí mismo, debo mencionar que en cada uno de esos años el desempleo en la capital fue mayor que el registrado a nivel nacional. Mientras que en 2001 el DF registró 2.5%, el promedio nacional fue de 2.32%; en 2002 fue del 3.13% contra 2.77%; para 2003 los datos reportaron 4.32% en el DF y 3.96% a nivel nacional; finalmente, en 2004 el desempleo en la ciudad llegó a 5.78% mientras que en el país fue de 4.35%.

Para tener una aproximación real de estos números podemos enfocar el tema de otra manera. De acuerdo con datos del propio INEGI, el número de personas solicitantes de empleo en el año 2000 fue de 78,528 mientras que en 2006 fue de 347,522 personas. Es decir, el número de personas que buscaban empleo creció 450% durante 6 años.

De acuerdo con datos de la revista Nexos, el PIB del DF disminuyó en 2 puntos porcentuales desde el inicio y hasta el final de la administración de López Obrador.

Si estos fueron los resultados de su gestión en la ciudad de México, quisiera preguntarle a Andrés Manuel lo siguiente: ¿cómo podría garantizar la estabilidad económica de todas las familias mexicanas quien no lo logró siquiera para las familias del Distrito Federal?, ¿cómo podría generar empleos para los jóvenes que se integran al mercado laboral quien dejó en 6 años a 4.5 veces más personas buscando empleo?

La salud durante el gobierno de AMLO

“La libertad y la salud se asemejan: su verdadero valor se conoce cuando nos faltan.” Henri Becque.

Según los datos que presenta el INEGI, el personal médico de las instituciones públicas del sector salud en el DF se redujo de 28,419 en 1999 a 24,140 en 2006. Es decir, al final de la administración de AMLO, los capitalinos contábamos con el 16% menos de personal médico para atender nuestra salud. Igualmente, las camas censables de las unidades médicas en servicio pasaron de 16,653 a 10,616 en el mismo periodo (una reducción del 37%).

Durante el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas el total de bancos de sangre fue de 38. En contraste, López Obrador dejó únicamente 15 para una de las ciudades más pobladas del mundo. Mientras que los laboratorios de análisis clínicos disminuyeron de 291 a 156 durante su gestión.

Según cifras de INEGI y de UNICEF, la tasa de Mortalidad Infantil de Tláhuac, Iztapalapa y Xochimilco fue más alta durante su gobierno que la de Libia y Barbados, y similar a la de Colombia y Corea del Norte.

La tasa de mortalidad preescolar en el DF (niños menores a 5 años) fue más alta que la reportada en Haití, Camboya y Burundi, y similar a la de Chad. Mientras que la tasa de Mortalidad Preescolar de Ruanda fue similar a la de los niños de Tláhuac.

A pesar de la mala situación en materia de salud, Andrés Manuel nunca quiso firmar un convenio con el gobierno federal para que el Seguro Popular operara en la ciudad.

En términos presupuestales: si AMLO hubiera firmado el convenio con el Seguro Popular, la Ciudad habría recibido entre quinientos millones ($500,000,000.00) y mil millones de pesos ($1,000,000,000.00) anuales por parte de la Federación para invertir en la salud de las y los capitalinos.

Marcelo Ebrard ha revertido estas tendencias. Durante su administración se firmó el convenio para que el Seguro Popular comenzara a beneficiar a los capitalinos y se han incrementado los recursos humanos y materiales de las instituciones de salud. Cabe recordar que ambos pertenecen al mismo partido político. Lo que AMLO no menciona es ¿cuáles serían las condiciones de salud de la niñez?, ¿rechazaría o desaparecería el Seguro Popular como lo hizo en el DF?

¿Será que a los 49 millones de beneficiarios del Seguro Popular los dejaría sin acceso a la salud como lo hizo con las y los capitalinos durante su gobierno?

Dudo que estas preguntas sean contestadas por el candidato a la Presidencia por las izquierdas, pero espero que para usted, amable lector, sean de utilidad.

Hermética autenticidad

Jesús Silva-Herzog Márquez (@jshm00)
Reforma

Mucho ha cambiado y sigue siendo el mismo. Ha encanecido, sus expresiones son más tranquilas, ha dejado de apretar la quijada y martillar con la mano. Habla con mayor lentitud: sus palabras se entretejen con silencios cada vez más largos. El tono chillante de sus gritos ha desaparecido, ahora se le escucha hablar con suavidad, puliendo las agujas de su activa animosidad. En alguna medida puede verse al Andrés Manuel López Obrador del 2012 como el gran crítico del Andrés Manuel López Obrador del 2006. No ha rehuido el debate, no ha satanizado a sus críticos. Es un político más maduro y más sereno que el que era hace seis años.

Durante seis años recorrió, como no lo ha hecho nadie, el territorio de México. Cada municipio del país, hasta el más pequeño, el más apartado, lo vio llegar en algún momento. No era una producción para las cámaras. No era la filmación para un noticiero o un documental para las salas de cine o para YouTube. Sus recorridos apenas aparecían en la prensa. Después de la agitación del gobierno, la campaña y la protesta, López Obrador pudo hacer política sin reflectores y sin prisas. Recorrió el país para establecer las bases de una organización política distinta a su partido, para palpar el país que no aparece en los anuncios turísticos ni es escenario de las telenovelas. El peregrinaje de un político para ser fiel a sí mismo.

En esa fidelidad está la grandeza de López Obrador. Ahí está también su cerco, su encierro. En una política donde el liderazgo parece obra de peinadores y maquillistas, el tabasqueño es un político, un dirigente auténtico. El lado oscuro de su autenticidad es su hermetismo. De su recorrido por el país no se desprenden aprendizajes sino ratificaciones. El país que encontró es idéntico al que ya conocía. A lo largo de los años, López Obrador no se ha enfrentado a ninguna sorpresa que lo haya motivado a cambiar de ideas o actualizarlas, no ha habido un solo descubrimiento que lo condujera a aceptar una lógica distinta a la de su discurso, a atender, quizá, alguna razón en sus adversarios, a registrar cierto valor que antes ignorara. El líder social carece del elemental impulso por conocer. Será que, para un moralista, la curiosidad es sospechosa.

Si no salió de México para conocer la experiencia de otras izquierdas, para ver de cerca experimentos exitosos como el brasileño o el chileno, fue por su enfática convicción de que nada nos pueden enseñar. No tuvo ánimo para descifrar el futuro que se inventa en Asia, ni siquiera fue a Estados Unidos para tratar de entender al vecino. Como los tecnócratas a los que detesta, López Obrador cree que ya sabe todo lo que necesita saber. ¿Quién es más peligroso? ¿El ignorante que no lee o el arrogante seguro de que ya ha leído suficiente? La política de López Obrador es una política de certezas selladas al vacío: la política de la fe. Su fe en el Pueblo (ese sujeto histórico que nunca se equivoca, que es sabio y bueno) equivale a su desconfianza en las instituciones (esas trampas que impusieron los de arriba para seguir estando arriba). La intensidad de esas dos convicciones muestra la columna populista de López Obrador, su código de identidad genética que ninguna exaltación al amor puede negar. Las instituciones serán culpables mientras a él no le demuestren lo contrario. Del componente populista de su discurso se ha dicho mucho. Vale seguir insistiendo en la incompatibilidad de sus prácticas con el pluralismo democrático. Pero valdría tal vez agregar un ingrediente que es anterior a esa megalomanía disfrazada de alabanza al Pueblo. Es una forma de conocer, un peculiar acercamiento a la realidad.

En su reciente aparición en el programa Tercer Grado, el candidato perredista ejerció nuevamente su derecho de negar el mundo con el que discrepa. En un momento, al menospreciar los datos del INEGI, afirmó: "la realidad es otra cosa". La epistemología del sectario funciona de esa manera. Sólo existe lo que ratifica su prejuicio. Aquello que lo refuta no es solamente falso: es perverso, producto de una siniestra maquinación del poder. La realidad no es lo que dictaminan las instituciones, no es lo que reportan las organizaciones independientes, las encuestas, los votos: la realidad es lo que el caudillo decreta como verdad.

Decía Burke que el político auténtico, el estadista debía temerse a sí mismo. Tenía razón: un hombre de poder debe admitir su capacidad para lastimarnos, debe estar al tanto de sus defectos para así vigilarse constantemente. Agregaría que al político conviene dudar de sus ideas, advertir su falibilidad, admitir las zonas de su ignorancia. Pero si López Obrador tuviera el don de la duda, no sería López Obrador.

Y siguen siendo tres…

Jorge Fernández Menéndez (@jorgeimagen)
Razones
Excélsior

Decir que al debate, para llamarse como tal, le faltó profundidad intelectual y espíritu de confrontación, es un lugar común: este es el debate de nuestra clase política, este es el nivel de confrontación que aceptan.

El debate de ayer no fue definitorio para las elecciones que se desarrollarán dentro de tres semanas, pero cambia en forma muy importante la dinámica de las campañas y la percepción de los candidatos. Respecto al primer debate cambió el formato, cambiaron la conducción y la producción y no hubo edecán, pero lo más importante es que los candidatos modificaron, en algunos casos en forma muy notable, los roles que jugaron en la confrontación.

Decir que al debate, para llamarse como tal, le faltó profundidad intelectual y espíritu de confrontación es un lugar común: este es el debate de nuestra clase política, este es el nivel de confrontación que aceptan, esta es la base de promesas e incluso de verdades, verdades a medias o francas mentiras que sustentan. En ese contexto me parece que la mayor novedad del debate fue la forma en que López Obrador desaprovechó la oportunidad para consolidarse en un segundo lugar y darle la pelea a Peña. El protagonismo desluce al candidato de la izquierda: se lo vio muy mal la semana pasada en Tercer Grado y en este debate estuvo anodino, cayendo en generalizaciones continuas, sin contestar a los golpes que recibió y, más desconcertante aún: sin atacar o confrontar a Peña Nieto ni en una sola oportunidad. Hay resbalones muy serios de Andrés Manuel en el debate: el más notable su “ahorro” presupuestal de 300 mil millones de pesos supuestamente reduciendo salarios de altos funcionarios; el único problema es que, como le dijo Vázquez Mota, toda la nómina de los trabajadores del Estado, si quitamos maestros y personal de salud, es de 280 mil millones de pesos. Y la nómina de trabajadores de confianza en el gobierno federal es de dos mil millones de pesos. Tan desconcertante como la tesis de ahorrar otros 300 mil millones de pesos en medidas de austeridad o cómo sacar 200 mil millones en una reforma fiscal donde lo único que sostuvo fue que quitaría el IETU.

Peor estuvo cuando dijo que nadie será rechazado en la universidad, que todos podrán ingresar a la educación superior y que no habrá exámenes porque son “el pretexto para que los jóvenes no ingresen”. Es lisa y llanamente una tontería sin sentido. Pero con todo, lo más notable es que, a diferencia del primer debate, no haya buscado ninguna confrontación con Peña Nieto.

Si López Obrador fue desconcertante y actuó exactamente al contrario de lo que hizo en el primer debate y por eso fue el gran perdedor del mismo, Josefina Vázquez Mota también cambió el tono, la orientación y los objetivos y por eso ganó. Aquí dijimos que uno de los grandes errores de Josefina en el primer debate fue haberse centrado exclusivamente en Peña Nieto, no tocar a López Obrador y manejar una campaña antiPRI que, paradójicamente, le dio vida e hizo crecer al candidato perredista. En este debate es la primera vez que se ve Josefina mucho más cercana a lo que ella es: podría haber avanzado más en la confrontación con Peña y Andrés Manuel, pero lo hizo muy bien, se le vio (a diferencia del debate anterior) segura y hasta tuvo la suerte de cerrar la ronda de presentación y de despedida del debate. Ganó, sin duda, porque fue la más activa, la que le dio un tono de mayor confrontación y la única que de alguna forma sorprendió. Quién sabe si le alcanzará, pero se coloca otra vez en la disputa. Y, para su electorado, le ayuda no haberse mostrado “diferente” a Felipe Calderón.

Peña Nieto ganó sin esforzarse. En realidad, desde la primera hasta la última de sus intervenciones, prácticamente no se apartó de una idea fuerza que es la que marcará, aparentemente, la etapa final de su campaña: ganar para “que tú ganes”. Peña quiere exhibir la cualidad de eficiencia. Es simple la propuesta, pero no tuvo presión para apartarse de esa línea. No destacó, pero fue mucho menos exigido de lo que esperaba. Si alguien creía, otra vez, que Peña se derrumbaría después de este debate, se volvió a equivocar y posiblemente éste haya sido el mejor resultado posible para el mexiquense.

Gabriel Quadri esta vez falló: estuvo bien confrontar a sus adversarios con temas como el aborto, el matrimonio entre personas de un mismo sexo o la legalización de la mariguana, pero se repitió una y otra vez preguntándoles si estaban o no de acuerdo y terminó, él mismo, opacando sus propuestas sobre otros temas o insistiendo demasiado en ellas (como con el instituto cultural Octavio Paz) hasta agotarlas. Tampoco le ayudó que Josefina haya utilizado una estrategia de ataque a dos bandas, contra Peña y contra AMLO, porque le quitó el espacio del que había gozado en el primer debate.

La conclusión es la que habíamos señalado hace algunos días: no es ésta una confrontación de dos, sigue siendo, sobre todo después del debate, de tres, y en este ámbito el orden de los factores sí altera el producto.

La caída y el ascenso

Pedro Ferriz (@PedroFerriz)
El búho no ha muerto
Excélsior

Evolucionó el segundo debate con respecto del primero. Los candidatos fueron más seguros a la contienda.

Mejoró el formato y aunque se siguieron diciendo mentiras y verdades a medias, hubo más ingenio en las propuestas y posturas hacia la construcción de su idea partidaria, así como a la destrucción de la de sus adversarios.

Vi a Enrique Peña Nieto un tanto inerme en aquello que no puede borrar de su carrera y procedencia. Las malas compañías, evidentes entre la pandilla priista, se sintetizaron en un contundente Arturo Montiel, que siguió sonando —como se lo dije alguna vez—. Una piedra del zapato que lastimaría siempre su camino político. Cuando Josefina muestra la dedicatoria que el candidato del PRI le imprime a Montiel en su tesis profesional, no queda lugar a duda que le debió, debe y seguirá debiendo a una “inmunda rata” de la vida política de un México que queremos muera.

Lo de Peña Nieto no es hablar en público. Trastabilló en casi todas sus intervenciones. Las propuestas para encarar los grandes retos nacionales, no contuvieron su necesario desglose y se basó en la frase de que quien va a acabar ganando “vas a ser tú”. Veo a Enrique como el producto de una pobre educación, recursos y substancia. Se me hizo hueco e insulso.

Josefina se vio agresiva. Tuvo para todos. A Quadri lo mató por causa de la relación con Elba Esther. A AMLO lo refirió como intransigente ayer y hoy, al descalificar el resultado de las elecciones antes de que sucedan. A Peña Nieto, aparte de las malas compañías, el terreno de los no acuerdos hacia las reformas fundamentales que el PRI ha resistido, dejaron patente la postura de una Josefina, menos dulce y más guerrera.

Enrique Peña Nieto, más que atacar, se defendió. Su estructura de agresión a Josefina, siguió siendo por el supuesto ausentismo de ésta en su época de coordinadora de la bancada panista en la Cámara de Diputados. Ataque inconsistente. Eso ya no convenció. A AMLO, prácticamente no lo tocó y a Quadri, le dio un par de pequeños golpes, sin siquiera voltearlo a ver. Peña Nieto perdió amplio espacio en el ejercicio. Ahora le hubiera convenido pedir menos tiempo para no regar tanto el engrudo.

Andrés Manuel se vio disparatado en sus cálculos. Las cifras de ahorro por temas de corrupción y austeridad son ilusas y llegó al colmo cuando dividió al presupuesto nacional entre el número de familias, para repartir equitativamente la riqueza del caudal monetario. Ni en los mejores tiempos de Nikita Kruschev se hubieran hecho esas cuentas tan primitivas. Habla de “su experiencia” para que aceptemos las futuras líneas de conducción del país y deja de lado la sofisticación de las formas con las que hoy se debe administrar todo un proyecto de gobierno.

Quadri es el que para mi gusto tiene la mejor preparación. No forzosamente la mejor plataforma. Hizo propuestas para resolver problemas pasados y presentes. Quitarle al Presidente la forma de autorregularse con la Secretaría de la Función Pública. A los diputados la Auditoría Superior de la Federación, fueron propuestas interesantes, aguerridas y justas.

¿Qué se puede esperar luego del debate?

Veo a Peña Nieto en una lógica caída. El hombre ratifica sus pies de barro. El aparato PRI-electoral le tenderá una red en su caída. Ya veremos qué tan eficaz resulta. No le queda más que gastar raudales de dinero hacia el cierre, para mantenerse a flote.

Veo a Josefina crecer entre las mujeres y la juventud que no compra los números y actitud de AMLO. La “mayoría silenciosa” sigue ubicada en el renglón de “los indecisos” que se están guardando hasta el final. Ella lo sabe y también el PAN. El Norte del país está agraviado en varios estados que: se sienten traicionados por el PRI o por el PRD.

Veo a AMLO crecer en un sector de la juventud y en los niveles más bajos donde tiene impacto. Su mensaje es muy esperanzador, si no es alcanzado por el análisis. Dio a conocer a su gabinete, como un acto desesperado. Quiere hacer ver que hay gente para él pensante que lo sigue. Se le olvidó Miguel Torruco en la Secretaría de Turismo. No sé si eso vaya a causar confusión entre la tropa. AMLO ya no crecerá más. No dará más del 5% de su voto duro que es de 18% cuando más.

Gabriel Quadri, tendrá una recompensa al final de esta chamba. Subirá los números mínimos de Nueva Alianza hasta garantizarle la permanencia. Elba Esther estará contenta.

Hago un apartado de un tema que hemos venido siguiendo juntos. Los plurinominales.

Surgió en el debate, como resultado de la inoperancia del Congreso. Josefina ofreció luchar por su eliminación. Peña Nieto por su parcial sesgo. El tema de los legisladores de representación proporcional ya llegó a su madurez y aunque AMLO ni siquiera lo contempla y al partido de Quadri no le conviene —por el número de asientos que pierde— me queda claro que el siguiente Congreso tendrá plurinominales (ya están hasta nombrados) pero el que siga, los verá ¡borrados para siempre! Estoy seguro. Descansaré cuando vea fructificar tanta confianza depositada en un proyecto que tenía razones y poco sustento en nuestro actual marco legal.

Pronóstico:

Habrá un final muy parejo entre Enrique Peña Nieto en su caída y Josefina Vázquez Mota en su ascenso.

Quien gane de entre los dos, está marcado por variables... Sutilezas que irán surgiendo en el camino.

La moneda está en el aire.

¡También México!

www.revoluciondelintelecto.com

Yo sé que tú ya decidiste.

Josefina fue un toro de Miura

Carlos Mota
Cubículo Estratégico
Milenio

Qué divertido y útil fue Gabriel Quadri anoche en el debate. Parece que se bebió todos los periódicos de los últimos años y se transformó en una ametralladora de propuestas: que si los homosexuales, el aborto, el Instituto Octavio Paz, el TLC con China, las drogas, la Agencia de Mares y Costas... Si el debate hubiese sido una corrida de toros, Quadri fue el banderillero que le puso colorcitos al burel.

No creo que quepa duda de que el debate, otra vez, lo ganó Josefina. Fue articulada, sólida y propositiva. Y fue como un toro de Miura: bravo, con casta, con trapío. Contra todos tuvo. No fueron minúsculos sus señalamientos contra Andrés Manuel —por sus cuentas poco claras o su relación con Manuel Bartlett. Tundió duro a Enrique Peña y lo hizo donde más le está doliendo al candidato del PRI: en el entendimiento que existe en la mente colectiva de que no se ha disociado de la corrupción en su partido. Lo de la tesis dedicada a Montiel fue como tirar una cornada.

Peña Nieto fue el torero de anoche, pero mató con pinchazos, y no a la primera. Fue propositivo, sí, pero algo de sus nervios y la vaguedad de algunas de sus propuestas pudieron diluirse en el público. Su mejor énfasis fue en el bloque político, al abrazar las reformas laboral y política. Su idea de hablarle a la audiencia en términos de cómo le hará él para que a la gente le vaya económicamente bien fue un inicio brillante. Si hay algo que la gente quiere cuando vota es que su futuro presidente le genere prosperidad. También disparó adecuadamente sus propuestas populares: útiles escolares, seguro temporal, de desempleo, de invalidez…

Andrés Manuel fue el juez de la corrida. Lo malo es que pensó que la plaza de toros era la de un pueblito rascuache y no una plaza monumental. En consecuencia, AMLO, como los jueces que regalan orejas y rabos a los matadores según los pañuelos del respetable, lanzó propuestas populistas. La más loca fue esa de que hará lo que Roosevelt en Estados Unidos, creando 4 millones de empleos en seis semanas. Sus menciones para “serenar” al país y su insistencia en que su sola lucha contra la corrupción generará crecimiento caen más en la lógica de la magia que en la de un gobernante.

Que no es mesías, sólo apóstol… dijo

Luis González de Alba
La Calle
Milenio

El país está urgido de renovación moral, dijo Miguel De la Madrid. El lema se grabó a fuego en López Obrador, presidente del PRI-Tabasco, y a 30 años, en Tercer Grado de Televisa, se proclama apóstol (sic) para ese cambio moral y se queda tan orondo: el apóstol que guiará a México es él y él y nadie más que él. La soberbia está al dos por uno chez López. “Cuando los dioses quieren perder a un hombre, lo ciegan con soberbia”, dijo algún griego que todo lo dijeron antes. Y lo hacen repetir ad nauseam: “Yo sí tengo autoridad moral”, una, dos, treinta veces en apenas hora y media. Si no lo dices tú, luego quién.

Hay derechos que sólo quienes son más pillos ponen a consulta popular para ocultarse bajo las enaguas democráticas de “lo que diga la mayoría,” y son los derechos humanos. No puede haber leyes válidas para hombre y mujer que no lo sean para dos hombres o dos mujeres. Preguntarlo, cuando sabemos de antemano que la respuesta del “pueblo” es un rotundo no, es artimaña de gobernante que así esconde sus fobias y prejuicios. Ya Morelos, en sus cavernarios Sentimientos de la Nación, exigió: 2. Que la religión católica sea la única, sin tolerancia de otra… 4. Se debe arrancar toda planta que Dios no plantó.

No se puede obligar a todas las mujeres a abortar después del segundo hijo o el primero, como hace China. Tampoco la mayoría puede obligar a una mujer a parir el hijo que no deseó. Eso no se pone a votación. Tampoco el derecho al matrimonio se condiciona según el sexo. La democracia implica respeto a las minorías: son votaciones colectivas y mayoritarias las que en los pueblos indios obligan a los protestantes a abandonar su casa, sus pertenencias y el poblado: una decisión mayoritaria. Y monstruosa.

Vimos a AMLO repetir que no busca el poder por el poder (carcajada)… ¡pero, si desde sus 17 años no ha hecho otra cosa que buscar el poder! Así llegó a presidente del PRI-Tabasco, pidió ser candidato a alcalde de Macuspana por el PRI y esperó hasta el último momento, cuando la negativa fue rotunda, para dejar el PRI vociferando que era corrupto y… etcétera. ¿No lo pudo descubrir antes? Se unió a la campaña de Cuauhtémoc Cárdenas, percibido como seguro vencedor en 1988. Y lo habría sido a no ser por la “caída del sistema” a cargo de Manuel Bartlett, hoy del brazo con López Obrador.

Repitió hasta el sopor su tesis de “la mafia que pone y quita gobernantes”, sin dar un solo nombre, un dato. “Aun si las televisoras tuvieran su candidato y lo favorecieran, la hipótesis de unos ciudadanos televidentes que obedecen ciegamente, hipnotizados, los mensajes televisivos…” es inverosímil, dice Luis de la Barreda en La Razón. Aún peor: es ofensiva para la inteligencia del mexicano: títere de la tele según López y los chavos de la Ibero, cuyo declarado apartidismo logró atraer a todos los profesionales de la protesta: EZLN, Panchos Villa, Antorcha Campesina, SME, maestros huelguistas anuales, causantes directos del peor nivel educativo en los estados más pobres.

La maniobra para quedarse con la candidatura presidencial fue digna de Maquiavelo: el PRD tenía un mejor candidato en Marcelo Ebrard que, sin duda, hoy sería puntero. Entonces le torció el brazo: se hizo nombrar candidato por el PT, creado por los hermanos Carlos y Raúl Salinas de Gortari para aplastar al PRD… y lo consiguieron: con sonrisa torcida, López pudo decir: “Ahora nombren a Marcelo por el PRD y… pasen como los que dividieron a la izquierda, porque yo estoy ya en la boleta electoral por el PT y Convergencia”. Gran maestro de la intriga.

En esa escamocha que los al fin “chavos de la Ibero” no sospechaban, ya tenemos a todos los mencionados profesionales de las marchas y plantones. Y además a los normalistas que exigen plaza de maestro automática, y en ciudad no en un cerro, al terminar su carrera. Luego poder heredar o vender esa plaza. Ya lo hacen.

Los estudiantes de la Ibero, el Tec y otras universidades deberán, en correspondencia por el apoyo, aceptar que, aunque paguen de 75 mil a 90 mil pesos el semestre, sus maestros de Algebra Booleana, Teoría del Estado, Cadenas de Markov, etcétera, podrán vender y heredar su plaza... Todos rabones o todos coludos. Y si el nuevo maestro cree que Booleana se refiere a bules, deberán ser comprensivos: quizá fue un alumno que iba a clase sin desayunar.

QUADRI. Todo voto por Quadri es un remache al partido del Elba Esther. No se lo des.

Novedad: Jacob, el suplantador en eBook: http://www.amazon.com/dp/B0087WMZHO