Arturo Damm Arnal
La Crónica de Hoy
En mis últimas colaboraciones en este espacio he analizado, con la ley en la mano (la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el Código Penal Federal y la Ley General del Sistema de Medios de Impugnación en Materia Electoral), si existe la posibilidad, conforme a esa reglas del juego, y por lo tanto legal, de anular la elección presidencial considerando como causa para ello, tal y como lo hace AMLO y el llamado Movimiento Progresista, la compra de votos, que según él resultó considerable, es decir, de cinco millones. Las reglas del juego son claras al respecto: la compra de votos no es causal para la anulación de la elección presidencial, y con esas reglas del juego, aceptadas por todos, incluido AMLO, se jugaron las pasadas elecciones. Si se considera que dichas reglas resultan injustas, dados ciertos principios que deberían respetarse y no se respetan, y/o ineficaces, en función de ciertos fines que deben perseguirse, y no se persiguen, entonces, cara a las próximas elecciones, que se cambien. Pero la elección pasada tiene que acabar de jugarse (y el juego terminará cuando el TEPFJ1 declare la validez o invalidez de los comicios a más tardar el 6 de septiembre) con las misma reglas con la que se inició el juego, siendo el respeto a este principio —Con las reglas con las que se empieza se termina— uno de los elementos fundamentales del Estado de Derecho, que entre cosas debe proporcionar seguridad, y eso, seguridad, es lo que proporciona el respeto al mentado principio, sabiendo que, independientemente de lo que demanden los amantes del Estado de chueco, los jueces respetarán, ¡y harán respetar!, las reglas con las que se jugó.
Sin embargo hay quienes, con el fin de hacer valer lo que establece el artículo 41 constitucional, en el sentido de que las elecciones deben ser “auténticas” y “libres”, y considerando que la compra de votos, entre otras irregularidades, impide que así sean, han propuesto, como causa para la anulación de la elección presidencial, lo que llaman “causal abstracta de nulidad” que, desde el punto de vista de lo que es el verdadero Estado de Derecho —el gobierno de las leyes justas— y de uno de los fines que el mismo debe lograr —la seguridad jurídica— resulta, por decir lo menos, inconveniente, por una razón muy sencilla: abre las puertas a la discrecionalidad, misma que genera, entre otros trastornos, inseguridad.
¿Qué supone la causal abstracta de nulidad de una elección? Que el juez electoral (por ejemplo: el TEPJF) puede anular comicios por violación de los principios constitucionales de autenticidad y libertad que deben regir toda elección, aunque la causa de dicha violación (por ejemplo: la compra de votos) no se considere como causal de nulidad en las leyes secundarias (por ejemplo: Ley General del Sistema de Medios de Impugnación en Materia Electoral), de tal manera que, en tal caso, los seres humanos ya no estaríamos gobernados por leyes (las secundarias en la materia), sino por hombres (el juez en cuestión), lo cual resulta en más de un inconveniente, comenzando por la discrecionalidad que ello supone.
Puede argumentarse que me equivoco al afirmar que en tal caso los seres humanos ya no estaríamos gobernados por leyes sino por hombres, ya que en tales casos lo que se pretende es hacer valer la Constitución, que es la ley de leyes, razón por la cual está por arriba de todas las demás, de tal manera que, si en la práctica se violó el principio constitucional de autenticidad y libertad que debe regir toda elección, y si se violó por la compra de votos, entonces, aunque la ley secundaria no contemple a dicha compra como causal para la anulación, el juez debe, por respeto a la Constitución, anular la elección, lo cual dependerá, al final de cuentas, de la decisión discrecional del juez, y no de la seguridad que brinda la regla escrita, sin pasar por alto el tema de qué debe entenderse por elecciones auténticas y libres. Si yo, por así convenir a mis intereses, vendo mi voto, y voto por aquel candidato que me lo pagó, ¿actué libremente? Si a la hora de contar los votos, los vendidos y los no vendidos, la cuenta se hace correctamente, ¿la elección fue auténtica? Y la pregunta más interesante de todas: quien vende su voto, ¿tiene derecho a que se respete su voto?
Más allá de las tres preguntas anteriores que son, llamémoslas así, teóricas, está la cuestión práctica de probar, más allá de cualquier duda razonable (condición necesaria, ¿o no?, para aplicar la causalidad abstracta de nulidad), la compra de votos, algo que no resulta fácil, de entrada por las exigencias que, con relación al procedimiento a seguir, impone del Derecho Procesal, y de las cuales nos da una idea Elías Romero Apis, quien afirma que 1) hay que contar con las declaraciones de los cinco millones de mexicanos que, según AMLO, fueron comprados; 2) todo esto no serviría de nada si el elector comprado no puede identificar su voto y esto es imposible porque la boleta es innominada; 3) dado que el voto es por disposición constitucional secreto, se trataría de una prueba ilegal; 4) si voluntariamente el elector declarara, ninguna autoridad podría tomar ni registro, ni archivo, ni expediente de lo que dijo el elector sobre su voto, ya que se trata de una prueba ilícita y por ello nula de origen; 5) además de estas imposibilidades fácticas y jurídicas, no está clara la potestad jurisdiccional de anulación por las razones aducidas, que es, precisamente, en lo que yo he insistido una y otra vez.
Para aplicar la causal abstracta de nulidad se debería cumplir con lo dicho por Romero Apis, cumplimiento que supondría contar con cinco millones de pruebas de la compra de cinco millones de votos, lo cual “formaría el expediente más grande de la historia mexicana”, ya que supondría “integrar como veinte millones de fojas”, que “a una institución tan grande como la PGR le ocuparía como diez años, tan solo dedicada a ello”, mientras que “a una tan pequeña como el Trife le ocuparía como mil años”.
El hecho es que los seres humanos debemos estar gobernados por leyes, no por hombres, y la causal abstracta de nulidad supone lo contrario: el gobierno de los hombres sobre el de las leyes, lo cual elimina la seguridad que la regla escrita brinda y la sustituye por la discrecionalidad del que juzga, no conforme a lo que dice la ley, sino de acuerdo a lo que él cree que debe ser, lo cual resulta, por decir lo menos inconveniente y, por decir lo más, peligroso. No se trata de creer que debe hacerse esto o lo otro, sino de saber, de acuerdo a las reglas escritas, qué se puede hacer. Si las reglas del juego son injustas o ineficaces entonces que se cambien con miras a los próximos juegos, que es lo que demanda el respeto al principio que afirma que con las reglas con las que se empieza se termina, principio que es uno de los elementos fundamentales del Estado de Derecho, que entre cosas debe proporcionar seguridad, que es lo que proporciona el respeto al mentado principio. Y, sin embargo, AMLO y los suyos insisten en violar el Estado de Derecho.
1 Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
agosto 06, 2012
La pornografía como ceremonia
Lydia Cacho (@lydiacachosi)
Periodista
El Universal
Miles de maestros, hoteleros, políticos, estudiantes, sacerdotes, pastores cristianos, técnicos de internet y conserjes escolares han sido arrestados este año en el mundo por producir, consumir y compartir pornografía infantil. La reciente noticia del descubrimiento de una red de pornografía infantil cuyos integrantes viven en Estados Unidos, Holanda y México, entre otros países, reveló un dato imprescindible de recalcar: 140 bebés, niñas y niños victimados fueron debidamente reconocidos por el equipo de ciberpolicías encabezado por Bruce Foucart, encargado, en Boston, de la unidad de Investigaciones en Seguridad Interna del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés). El más pequeño de los bebés tenía 19 días de nacido y su violador había subido la fotografía del pequeño narrando lo hecho con él. Hay niñas y niños abusados en escuelas, casas y hoteles; otros raptados en la calle, afuera de un supermercado o escuelas sin controles de salida. Lo que todos los violadores de menores de 18 años tienen en común es que son consumidores compulsivos de pornografía, e internet es su instrumento favorito para comprarla y compartirla. El ciberespacio les permite demostrarles a los miles de abusadores de menores de edad que sus víctimas son objetos de placer.
Si algo he aprendido en mi carrera periodística, especialmente desde que escribí Los demonios del edén, es que millones de personas siguen defendiendo el porno como “cool” y “progre”, porque desconocen los alcances y contenidos de la ciberpornografía contemporánea. En ese debate se infiltran todos los días miles de pedófilos que buscan abusar sexualmente de jóvenes, niñas y niños que mientras descubren su sexualidad no son capaces de distinguir y prever los peligros de caer en manos de un violador.
Estos violadores y pornógrafos amateurs descubren cada día a miles como ellos en un ámbito complejo, donde las leyes de la censura no son útiles. El ciberespacio simplemente permite a los pedófilos potenciar la evidencia de sus delitos para convertirla en un trofeo. Porque los pornógrafos cosifican, es decir, consideran objetos, cosas, a sus víctimas; con ello toman a un ser humano y por medio del ejercicio del poder que tiene sobre él o ella le arrebatan su libertad para convertirle en una mercancía, un producto para su goce personal. Toda la pornografía tiene como componente central la subordinación de un ser humano que es utilizado sexualmente por otro ser humano (comúnmente uno o varios hombres). A través de la pornografía se ha perpetuado históricamente la sexualización de la desigualdad y de la violencia erotizada como un juego de placer.
En la medida en la que se convirtió en una industria y las mafias rusas, estadounidenses y mexicanas se involucraron en crear sistemas de cobro para el porno en internet (con el subsecuente lavado de dinero), en el año 2000 surgió el boom de la pornografía adolescente hecha para adultos. El renacimiento del efecto Loliporn más violento que nunca; todo ello producido al estilo “reality” haciendo creer a la audiencia adolescente en internet que a las chicas y chicos de 14 años les encanta estar en orgías con hombres adultos. Estamos frente a la ola de normalización histórica de la violencia sexual adolescente e infantil.
Solamente en Estados Unidos se alquilan cada año 100 millones de videos y DVDs pornográficos de “fake teens” (las falsas adolescentes que en realidad son mujeres de 18 años que actúan y aparentan 15 o 16). Los ingresos de la industria pornográfica, desde páginas web hasta revistas y canales de TV rebasa los 14 mil millones de dólares anuales. Cosificar a los seres humanos es muy buen negocio.
Los pedófilos son grandes narcisistas, aman convertirse en estrellas porno de su propia película o de sus fotografías, que comparten vía teléfono, Facebook y otras redes sociales. Demuestran su poder para deshumanizar a seres humanos imponiendo su poder, ejerciendo violencia sexual y moral. En todos los pedófilos, desde políticos hasta conserjes escolares hay un componente de abuso de poder; son transgresores convencidos de que podrán salirse con la suya. Por eso es tan importante sentenciar a los violadores directos, a los clientes del turismo sexual infantil y a los que les lavan el dinero. Sólo debilitando las redes de poder se debilitará a los pedófilos empoderados.
Con el acceso universal a la pornografía, desde internet hasta los celulares, la censura no tiene ni cabida ni sentido. Las ciberpolicías del mundo están rebasadas por el fenómeno, pero cada día mejoran sus técnicas y tanto periodistas como ciberactivistas se han convertido en aliados contra los pornopederastas. El resto debe nacer de la educación sexual con una perspectiva de igualdad, que les haga saber a nuestros hijos e hijas que la violencia sexual no es natural ni debe serlo jamás.
Periodista
El Universal

Si algo he aprendido en mi carrera periodística, especialmente desde que escribí Los demonios del edén, es que millones de personas siguen defendiendo el porno como “cool” y “progre”, porque desconocen los alcances y contenidos de la ciberpornografía contemporánea. En ese debate se infiltran todos los días miles de pedófilos que buscan abusar sexualmente de jóvenes, niñas y niños que mientras descubren su sexualidad no son capaces de distinguir y prever los peligros de caer en manos de un violador.
Estos violadores y pornógrafos amateurs descubren cada día a miles como ellos en un ámbito complejo, donde las leyes de la censura no son útiles. El ciberespacio simplemente permite a los pedófilos potenciar la evidencia de sus delitos para convertirla en un trofeo. Porque los pornógrafos cosifican, es decir, consideran objetos, cosas, a sus víctimas; con ello toman a un ser humano y por medio del ejercicio del poder que tiene sobre él o ella le arrebatan su libertad para convertirle en una mercancía, un producto para su goce personal. Toda la pornografía tiene como componente central la subordinación de un ser humano que es utilizado sexualmente por otro ser humano (comúnmente uno o varios hombres). A través de la pornografía se ha perpetuado históricamente la sexualización de la desigualdad y de la violencia erotizada como un juego de placer.
En la medida en la que se convirtió en una industria y las mafias rusas, estadounidenses y mexicanas se involucraron en crear sistemas de cobro para el porno en internet (con el subsecuente lavado de dinero), en el año 2000 surgió el boom de la pornografía adolescente hecha para adultos. El renacimiento del efecto Loliporn más violento que nunca; todo ello producido al estilo “reality” haciendo creer a la audiencia adolescente en internet que a las chicas y chicos de 14 años les encanta estar en orgías con hombres adultos. Estamos frente a la ola de normalización histórica de la violencia sexual adolescente e infantil.
Solamente en Estados Unidos se alquilan cada año 100 millones de videos y DVDs pornográficos de “fake teens” (las falsas adolescentes que en realidad son mujeres de 18 años que actúan y aparentan 15 o 16). Los ingresos de la industria pornográfica, desde páginas web hasta revistas y canales de TV rebasa los 14 mil millones de dólares anuales. Cosificar a los seres humanos es muy buen negocio.
Los pedófilos son grandes narcisistas, aman convertirse en estrellas porno de su propia película o de sus fotografías, que comparten vía teléfono, Facebook y otras redes sociales. Demuestran su poder para deshumanizar a seres humanos imponiendo su poder, ejerciendo violencia sexual y moral. En todos los pedófilos, desde políticos hasta conserjes escolares hay un componente de abuso de poder; son transgresores convencidos de que podrán salirse con la suya. Por eso es tan importante sentenciar a los violadores directos, a los clientes del turismo sexual infantil y a los que les lavan el dinero. Sólo debilitando las redes de poder se debilitará a los pedófilos empoderados.
Con el acceso universal a la pornografía, desde internet hasta los celulares, la censura no tiene ni cabida ni sentido. Las ciberpolicías del mundo están rebasadas por el fenómeno, pero cada día mejoran sus técnicas y tanto periodistas como ciberactivistas se han convertido en aliados contra los pornopederastas. El resto debe nacer de la educación sexual con una perspectiva de igualdad, que les haga saber a nuestros hijos e hijas que la violencia sexual no es natural ni debe serlo jamás.
Sobre la manipulación
Jesús Silva-Herzog Márquez (@jshm00)
Reforma
Las elecciones de julio no fueron auténticas porque los votantes fueron manipulados, dicen los impugnadores. Los electores decidieron bajo engaño. La condena señala en primer lugar a los manipuladores, aquellos que, a través de la mentira o la distorsión, presentan un cuadro del mundo que no corresponde con la realidad, induciendo a otros a servirles. El manipulador falsifica en su beneficio. Pero el manipulado también es reprendido en el diagnóstico: es un ciudadano desprevenido y débil que se entrega al servicio de sus propios opresores. El manipulado asiente con docilidad en su perjuicio. El territorio de la manipulación es el inconsciente: el manipulador sabe que miente, sabe que distorsiona, sabe que engaña pero el manipulado lo ignora. Por indolencia o por ignorancia es presa del engaño sin saberlo.
La denuncia de la manipulación tiene fundamentos nobles: la búsqueda de la voluntad auténtica del ciudadano. Un acto de resistencia frente a las formas más penetrantes y ocultas de un poder que no busca solamente controlar actos sino moldear el pensamiento. La última ambición del poder es entrar al bulbo de la voluntad y, desde ahí, mandar sin resistencias. La última forma de poder no es la conquista del territorio sino la ocupación de la mente. La crítica tiene su valor. El problema es que descansa en una arrogancia, en una pretensión absurda, en una ilusión. Un mundo donde rige la Verdad y en el que las decisiones de cada persona surgen de una voluntad sin intrusiones y corresponden con sus intereses auténticos. No hay tal mundo, es imposible esa cápsula para un albedrío sin interferencias, no hay mejor juez del interés propio que cada individuo.
Si manipulación es la parcialidad de ellos; compromiso es la parcialidad de los nuestros. La denuncia de la manipulación cuelga de una idea belicosa pero hermética de la Verdad: existe una realidad objetiva que nosotros conocemos y que sólo puede negar la complicidad con los poderosos. Cualquier dato que se aparte de nuestro relato es el engaño de los manipuladores. No hay espacio aquí para las versiones encontradas, las perspectivas antagónicas, el punto de vista. Señalar con el dedo a los manipuladores implica creer que existe una cobertura periodística pura, ajena a cualquier interés, plenamente objetiva. Enfocar la denuncia a la actuación de los medios con la retórica de la manipulación podrá tener enormes efectos políticos pero no parece un buen diagnóstico ni anticipa cura porque nos lleva a relegar lo más importante: la concentración mediática y la falta de profesionalismo de nuestra prensa. Sí, hay instancias periodísticas dedicadas groseramente a la publicidad de algunos. Sin embargo, a mi juicio, el problema central de nuestra prensa no es ese. Es la falta de diversidad en los medios electrónicos y el escaso rigor en su actuación profesional.
El segundo ingrediente de la denuncia es el quebranto de la autonomía del ciudadano. La manipulación inyecta una voluntad extraña en la mente. El manipulado ve el mundo con ojos ajenos: los ojos de su opresor. No ve lo que ve, sino lo que otros le hacen ver. La crítica tiene un elemento irreprochable: en efecto, el universo se hace inteligible a través de otros que nos aportan información y la evalúan, que ofrecen datos y críticas. Pero todos los agentes sociales que entretejen la vida en común son eso: emisores de informes y advertencias marcados por la parcialidad y la conveniencia. La escuela y la iglesia, la familia y el trabajo, los medios y la calle configuran el complejo de referencias que le sirven a un individuo para ubicarse en el mundo y decidir. La socialización es una constante invasión de juicios exteriores. Si vale denunciar la manipulación, debe hacerse sin la ilusión de una consciencia amurallada que podamos resguardar de un invasor. La voluntad individual es una trama, no una fortaleza.
La tercera cuerda de esta crítica descansa en la idea de que el manipulado pierde de vista su interés auténtico, por efecto de la larva que le han incrustado en el cerebro. El manipulado no sabe lo que quiere, no sabe lo que le conviene, olvida lo que le beneficia porque han sometido el nervio primordial de su juicio. Lo curioso de este argumento es que el crítico de la manipulación suele pensar que es buen juez del interés ajeno, mejor que el individuo mismo. Al manipulado le dice paternalmente: no sabes lo que te conviene, has vivido engañado: escúchame que yo no te manipularé. Yo sé lo que tú, realmente, quieres. Los críticos de la manipulación tropiezan frecuentemente con este achaque paternalista: creerse en mejores condiciones para juzgar la conveniencia de otros. Suponer que la voluntad con la que disienten es falsa. Creer, en el fondo, que los otros no tienen derecho a equivocarse.
No niego la existencia de la manipulación. Advierto las trampas que suele esconder esa denuncia. Creo que valdría tenerlas presentes.
Reforma

La denuncia de la manipulación tiene fundamentos nobles: la búsqueda de la voluntad auténtica del ciudadano. Un acto de resistencia frente a las formas más penetrantes y ocultas de un poder que no busca solamente controlar actos sino moldear el pensamiento. La última ambición del poder es entrar al bulbo de la voluntad y, desde ahí, mandar sin resistencias. La última forma de poder no es la conquista del territorio sino la ocupación de la mente. La crítica tiene su valor. El problema es que descansa en una arrogancia, en una pretensión absurda, en una ilusión. Un mundo donde rige la Verdad y en el que las decisiones de cada persona surgen de una voluntad sin intrusiones y corresponden con sus intereses auténticos. No hay tal mundo, es imposible esa cápsula para un albedrío sin interferencias, no hay mejor juez del interés propio que cada individuo.
Si manipulación es la parcialidad de ellos; compromiso es la parcialidad de los nuestros. La denuncia de la manipulación cuelga de una idea belicosa pero hermética de la Verdad: existe una realidad objetiva que nosotros conocemos y que sólo puede negar la complicidad con los poderosos. Cualquier dato que se aparte de nuestro relato es el engaño de los manipuladores. No hay espacio aquí para las versiones encontradas, las perspectivas antagónicas, el punto de vista. Señalar con el dedo a los manipuladores implica creer que existe una cobertura periodística pura, ajena a cualquier interés, plenamente objetiva. Enfocar la denuncia a la actuación de los medios con la retórica de la manipulación podrá tener enormes efectos políticos pero no parece un buen diagnóstico ni anticipa cura porque nos lleva a relegar lo más importante: la concentración mediática y la falta de profesionalismo de nuestra prensa. Sí, hay instancias periodísticas dedicadas groseramente a la publicidad de algunos. Sin embargo, a mi juicio, el problema central de nuestra prensa no es ese. Es la falta de diversidad en los medios electrónicos y el escaso rigor en su actuación profesional.
El segundo ingrediente de la denuncia es el quebranto de la autonomía del ciudadano. La manipulación inyecta una voluntad extraña en la mente. El manipulado ve el mundo con ojos ajenos: los ojos de su opresor. No ve lo que ve, sino lo que otros le hacen ver. La crítica tiene un elemento irreprochable: en efecto, el universo se hace inteligible a través de otros que nos aportan información y la evalúan, que ofrecen datos y críticas. Pero todos los agentes sociales que entretejen la vida en común son eso: emisores de informes y advertencias marcados por la parcialidad y la conveniencia. La escuela y la iglesia, la familia y el trabajo, los medios y la calle configuran el complejo de referencias que le sirven a un individuo para ubicarse en el mundo y decidir. La socialización es una constante invasión de juicios exteriores. Si vale denunciar la manipulación, debe hacerse sin la ilusión de una consciencia amurallada que podamos resguardar de un invasor. La voluntad individual es una trama, no una fortaleza.
La tercera cuerda de esta crítica descansa en la idea de que el manipulado pierde de vista su interés auténtico, por efecto de la larva que le han incrustado en el cerebro. El manipulado no sabe lo que quiere, no sabe lo que le conviene, olvida lo que le beneficia porque han sometido el nervio primordial de su juicio. Lo curioso de este argumento es que el crítico de la manipulación suele pensar que es buen juez del interés ajeno, mejor que el individuo mismo. Al manipulado le dice paternalmente: no sabes lo que te conviene, has vivido engañado: escúchame que yo no te manipularé. Yo sé lo que tú, realmente, quieres. Los críticos de la manipulación tropiezan frecuentemente con este achaque paternalista: creerse en mejores condiciones para juzgar la conveniencia de otros. Suponer que la voluntad con la que disienten es falsa. Creer, en el fondo, que los otros no tienen derecho a equivocarse.
No niego la existencia de la manipulación. Advierto las trampas que suele esconder esa denuncia. Creo que valdría tenerlas presentes.
El cambio verdadero está por llegar
Víctor Beltri (@vbeltri)
Analista político
contacto@victorbeltri.com
Excélsior
La nueva derrota del candidato de izquierda, en las elecciones presidenciales de hace un mes, ha sacado a relucir expresiones de odio y resentimiento que parecen más propias de otra época que del momento actual. Oligarquía, burguesía, proletariado, lucha de clases. Lenguaje que, de manera falaz, nos lleva al terreno de lo blanco y lo negro, de los buenos y los malos, del ellos y nosotros. De la década de los 70 del siglo pasado y, así, en los discursos improvisados salen consignas y banderas que remiten a un México que no ha sabido entender, o no ha querido aceptar, el desarrollo innegable de los últimos cuarenta años.
El escarnio que de manera pública se ha hecho de la clase empresarial, así como las recientes protestas ante algunos medios de comunicación, y los ataques directos a una cadena de supermercados que, si bien no han sido abiertamente propiciados por el PRD, tampoco han sido condenados por la izquierda ni por sus líderes, son una fuente peligrosa del conflicto social que parece ser la meta de quien no ha sido capaz de vencer ni en las urnas ni en los tribunales. Uno de los errores recurrentes ha sido el llamar “mal perdedor” a quien en realidad busca ante todo el poder como fuente de satisfacción personal. A quien es, tan sólo, un vulgar egoísta.
El candidato perdedor, y sus partidos, aducen estar representando al pueblo, sin entender que éste no es una masa susceptible de ser manipulada, sino un conjunto de personas que son capaces de formar su opinión y hacerla valer. El ataque artero a las tiendas de autoservicio, sin justificación alguna, es una falta de respeto a la sociedad entera y un ataque a quienes han desarrollado su vida profesional, y encontrado el sustento, en torno a estos establecimientos. Es completamente irresponsable que se tomen represalias, además ilegales, contra personas morales sin darse cuenta de que las consecuencias las sufren personas físicas.
El discurso retrógrada que azuza, mientras esconde la mano, no logra entender la necesidad real y urgente que tiene la sociedad de generar más empresas, y fomentar, con estímulos positivos y negativos, que sean capaces de encontrar la eficiencia a través de la honestidad y el juego leal. La empresa debe caracterizarse por la capacidad de coadyuvar a los fines últimos de la sociedad, mediante la producción de bienes y servicios: es un proceso que no sólo genera riqueza, sino que convierte a la empresa en un agente de la función social, creando oportunidades de desarrollo y crecimiento personal. Los objetivos de la empresa se llevan a cabo, indudablemente, con criterios económicos, pero no deben descuidar los valores que permiten el desarrollo de la persona y la comunidad. Y esto es algo que parece no entender quien no cree en la dignidad del trabajo ajeno, sino en la obtención del poder a como dé lugar, sustentada por aquellos que pasaron, sin darse cuenta, de seguidores a creyentes.
Este es el momento de que la comunidad empresarial arrope a Soriana, en cuanto a generadora de riqueza para la sociedad entera y de satisfacción para las necesidades de sus trabajadores. Es momento, también, de que las empresas estén dispuestas a actuar de manera responsable y transparente, y que asuman el papel que deben de jugar en el México actual: en la medida en que las empresas se desarrollen satisfactoria y legalmente, el país entero progresará. El desarrollo no puede ser meramente económico: la empresa que atienda solamente los resultados en la contabilidad se asemeja al conductor que pretende llegar a su destino atendiendo meramente al espejo retrovisor. Los empresarios deben ser el motor del país, y reconocidos como tales por la clase política: las órdenes veladas de linchamiento, y la complacencia y el cinismo de algunos líderes, visibles en sus declaraciones de la semana pasada, nos hablan de manera fehaciente de políticos que han olvidado que el pueblo del que tanto hablan debe, a diferencia de ellos, de trabajar para vivir. Y esas fuentes de trabajo son las que están comprometiendo.
Hoy hablamos de Soriana, pero mañana podríamos estar hablando de otra empresa y al día siguiente de otra más. Y el gran problema es que se está atacando una supuesta injusticia a través de la comisión de otra más grave aún. El candidato perdedor aceptó entrar en la contienda con las reglas del juego que su propio grupo pergeñó y aceptó, y en su gran incapacidad de asumir una derrota busca desesperadamente asirse de cualquier recurso que logre, ya no el que se reconozca su triunfo, sino que se empañe el de quien lo venció en las urnas, y a quien no pudo derrotar ante las instancias correspondientes.
México quiere trabajar, quiere desarrollarse, quiere crecer. México necesita certeza jurídica, política y económica, misma que no puede ofrecer quien convoca conferencias de prensa para comentar su ocurrencia más reciente. Fraude simple y llano, fraude a la antigüita, fraude cibernético. Mafia en el poder, inequidad, presidencia legítima y ahora interina. Cualquier palabra, cualquier mentira con tal de que distraiga y ponga en entredicho al adversario, sin importar la pérdida de oportunidades para el país, de credibilidad para su partido, de empleo para sus seguidores.
Andrés Manuel ofreció un cambio verdadero que hace apenas un poco más de un mes tendría que haber llegado, de acuerdo a sus propias palabras. La sorpresa es que, ahora, quienes lo esperan con más ansiedad son aquellos que no pertenecen a su grey. El cambio verdadero sería, sin duda, que aceptara su derrota y se decidiera a aportar su por otro lado indiscutible talento al beneficio del país, construyendo en lugar de seguir minando las instituciones. El cambio verdadero llegará el día en que Andrés Manuel se decida a trabajar por todos los mexicanos, y no solamente por su obsesión de dormir en la recámara de Juárez. En ese orden de ideas, esperemos, de verdad, que el cambio verdadero esté por llegar.
Analista político
contacto@victorbeltri.com
Excélsior

El escarnio que de manera pública se ha hecho de la clase empresarial, así como las recientes protestas ante algunos medios de comunicación, y los ataques directos a una cadena de supermercados que, si bien no han sido abiertamente propiciados por el PRD, tampoco han sido condenados por la izquierda ni por sus líderes, son una fuente peligrosa del conflicto social que parece ser la meta de quien no ha sido capaz de vencer ni en las urnas ni en los tribunales. Uno de los errores recurrentes ha sido el llamar “mal perdedor” a quien en realidad busca ante todo el poder como fuente de satisfacción personal. A quien es, tan sólo, un vulgar egoísta.
El candidato perdedor, y sus partidos, aducen estar representando al pueblo, sin entender que éste no es una masa susceptible de ser manipulada, sino un conjunto de personas que son capaces de formar su opinión y hacerla valer. El ataque artero a las tiendas de autoservicio, sin justificación alguna, es una falta de respeto a la sociedad entera y un ataque a quienes han desarrollado su vida profesional, y encontrado el sustento, en torno a estos establecimientos. Es completamente irresponsable que se tomen represalias, además ilegales, contra personas morales sin darse cuenta de que las consecuencias las sufren personas físicas.
El discurso retrógrada que azuza, mientras esconde la mano, no logra entender la necesidad real y urgente que tiene la sociedad de generar más empresas, y fomentar, con estímulos positivos y negativos, que sean capaces de encontrar la eficiencia a través de la honestidad y el juego leal. La empresa debe caracterizarse por la capacidad de coadyuvar a los fines últimos de la sociedad, mediante la producción de bienes y servicios: es un proceso que no sólo genera riqueza, sino que convierte a la empresa en un agente de la función social, creando oportunidades de desarrollo y crecimiento personal. Los objetivos de la empresa se llevan a cabo, indudablemente, con criterios económicos, pero no deben descuidar los valores que permiten el desarrollo de la persona y la comunidad. Y esto es algo que parece no entender quien no cree en la dignidad del trabajo ajeno, sino en la obtención del poder a como dé lugar, sustentada por aquellos que pasaron, sin darse cuenta, de seguidores a creyentes.
Este es el momento de que la comunidad empresarial arrope a Soriana, en cuanto a generadora de riqueza para la sociedad entera y de satisfacción para las necesidades de sus trabajadores. Es momento, también, de que las empresas estén dispuestas a actuar de manera responsable y transparente, y que asuman el papel que deben de jugar en el México actual: en la medida en que las empresas se desarrollen satisfactoria y legalmente, el país entero progresará. El desarrollo no puede ser meramente económico: la empresa que atienda solamente los resultados en la contabilidad se asemeja al conductor que pretende llegar a su destino atendiendo meramente al espejo retrovisor. Los empresarios deben ser el motor del país, y reconocidos como tales por la clase política: las órdenes veladas de linchamiento, y la complacencia y el cinismo de algunos líderes, visibles en sus declaraciones de la semana pasada, nos hablan de manera fehaciente de políticos que han olvidado que el pueblo del que tanto hablan debe, a diferencia de ellos, de trabajar para vivir. Y esas fuentes de trabajo son las que están comprometiendo.
Hoy hablamos de Soriana, pero mañana podríamos estar hablando de otra empresa y al día siguiente de otra más. Y el gran problema es que se está atacando una supuesta injusticia a través de la comisión de otra más grave aún. El candidato perdedor aceptó entrar en la contienda con las reglas del juego que su propio grupo pergeñó y aceptó, y en su gran incapacidad de asumir una derrota busca desesperadamente asirse de cualquier recurso que logre, ya no el que se reconozca su triunfo, sino que se empañe el de quien lo venció en las urnas, y a quien no pudo derrotar ante las instancias correspondientes.
México quiere trabajar, quiere desarrollarse, quiere crecer. México necesita certeza jurídica, política y económica, misma que no puede ofrecer quien convoca conferencias de prensa para comentar su ocurrencia más reciente. Fraude simple y llano, fraude a la antigüita, fraude cibernético. Mafia en el poder, inequidad, presidencia legítima y ahora interina. Cualquier palabra, cualquier mentira con tal de que distraiga y ponga en entredicho al adversario, sin importar la pérdida de oportunidades para el país, de credibilidad para su partido, de empleo para sus seguidores.
Andrés Manuel ofreció un cambio verdadero que hace apenas un poco más de un mes tendría que haber llegado, de acuerdo a sus propias palabras. La sorpresa es que, ahora, quienes lo esperan con más ansiedad son aquellos que no pertenecen a su grey. El cambio verdadero sería, sin duda, que aceptara su derrota y se decidiera a aportar su por otro lado indiscutible talento al beneficio del país, construyendo en lugar de seguir minando las instituciones. El cambio verdadero llegará el día en que Andrés Manuel se decida a trabajar por todos los mexicanos, y no solamente por su obsesión de dormir en la recámara de Juárez. En ese orden de ideas, esperemos, de verdad, que el cambio verdadero esté por llegar.
Para la 'Historia universal de la infamia'
Luis González de Alba
La Calle
Milenio
El juez 19 penal, Jorge González (anote el nombre para añadir a la borgeana Historia universal de la infamia), sentenció el 31 de julio a Alfredo Maya Ortiz, ex administrador de la discoteca New’s Divine, a 24 años nueve meses de prisión por corrupción de menores, señala nota de Luis Brito en MILENIO. Será, dado el rigor de la sentencia, que prostituía menores, que los rentaba para pornografía infantil, que alguno murió en una filmación de sado-masoquismo, otros a causa de drogas disueltas en refresco para abusar sexualmente de ellos.
No, nada de eso. En una tardeada el 20 de junio de 2008 su bar vendió cerveza a siete adolescentes. Murieron nueve y tres policías, doce personas, ninguna por embriaguez, sino por acción de la policía del DF, gobernado por Marcelo Ebrard, a quien muchos habíamos llamado buen candidato de la izquierda para 2012 o, ya que no escapó al astuto lazo tendido por AMLO, para 2018.
Murieron a causa de un “operativo” policial sin otro objeto que extorsionar. El comandante pidió a Maya Ortiz informar que la policía ordenaba el desalojo del lugar. Administrador y muchachos obedecieron. Afuera había camiones de la policía para subirlos por la fuerza y llevarlos detenidos. ¿Acusados de qué? De nada: el caso era que llamaran a sus padres y les pidieran llevar 5 mil pesos de extorsión, que no multa, pues no había motivo para multar a los jóvenes.
¿Y los muertos? Cuando los primeros camiones se llenaron de jóvenes, fue difícil controlarlos para que no escaparan, así que los policías de arriba cerraron la salida “porque no han regresado los camiones”… y se les iba el botín: 5 mil pesos por joven. Pero los policías de abajo siguieron presionando a la gente en la escalera de salida. Por esta criminal acción murieron doce personas, nueve adolescentes y tres policías, todos por asfixia en la escalera sometidos a presión por policías abajo e impedidos de salir por policías arriba.
No hubo muertos por falta de salida de emergencia o por tenerla cerrada con cadenas, como en el incendio del Lobohombo, donde los inspectores de Dolores Padierna, delegada en Cuauhtémoc, recibieron su soborno y se fueron a repartir. No, ni incendio ni terremoto ni pánico: el administrador obedeció a la policía, la clientela también.
Quien produjo la tragedia fue la policía y nada más que la policía. Y por afán de lucro, no de protección civil. Las tardeadas se organizan para clientela que no tendrían permiso de sus padres para llegar de madrugada. La cerveza no debe venderse a menores, pero hacerlo no es causal de prisión, y menos por 24 años. Muchos nietos beben cerveza o vino tinto en el patio de sus abuelos los domingos de asar carnes.
El lugar tenía avisos: se debían presentar credencial del IFE al solicitar una bebida alcohólica, incluida cerveza. Aun sin estos descargos en fotos y testimonios, el castigo es una multa, ni siquiera la clausura definitiva del lugar, no 24 años. Aún peor: el dueño del local lo perdió bajo la nueva ley de extinción de dominio… que aplica para narcotráfico.
Ni un solo policía causante de 12 muertes está preso por homicidio y extorsión. Ni uno solo. ¿Por qué la orden era detener a los jóvenes? El menor que bebe cerveza no comete ningún delito, lo comete quien se la vende. Cuando una familia va a comer a un restorán y pide cervezas o tinto, ¿debe el propietario controlar que los padres no le sirvan medio vaso a un joven de 17 años?
Como ocurrió a Carlos Ahumada: la venganza del poder, cuando el PRD se siente cogido en falta, es monstruosa. A Ebrard, jefe de policía durante el gobierno de AMLO, le quemaron vivos en Tláhuac a dos jóvenes investigadores que vigilaban una guarida del EPR. Llegó la TV. Pero no la policía de Ebrard. La delegada, una tal Fátima, vio a la gente enardecida y salió de prisa, taconeando, porque “urge levantar un acta”. Canalla. Hay allí delitos por omisión: la delegada que huyó, y Ebrard, incapaz de mandar un helicóptero a lanzar gases lacrimógenos. Eso o dos disparos al aire habrían salvado a los muchachos. La TV no se atrevió a transmitir las imágenes de los jóvenes quemados vivos.
Como en Naranja Mecánica, Fátima y Ebrard deberían ser forzados, con pinzas para mantenerles abiertos los párpados, y atados, a ver y oír a los quemados vivos, una y otra vez, y que por el resto de sus vidas no puedan volver a dormir sin esa pesadilla.
Y es la izquierda civilizada…
Novedad: Jacob, el suplantador en eBook:
http://www.amazon.com/dp/B0087WMZHO
La Calle
Milenio

No, nada de eso. En una tardeada el 20 de junio de 2008 su bar vendió cerveza a siete adolescentes. Murieron nueve y tres policías, doce personas, ninguna por embriaguez, sino por acción de la policía del DF, gobernado por Marcelo Ebrard, a quien muchos habíamos llamado buen candidato de la izquierda para 2012 o, ya que no escapó al astuto lazo tendido por AMLO, para 2018.
Murieron a causa de un “operativo” policial sin otro objeto que extorsionar. El comandante pidió a Maya Ortiz informar que la policía ordenaba el desalojo del lugar. Administrador y muchachos obedecieron. Afuera había camiones de la policía para subirlos por la fuerza y llevarlos detenidos. ¿Acusados de qué? De nada: el caso era que llamaran a sus padres y les pidieran llevar 5 mil pesos de extorsión, que no multa, pues no había motivo para multar a los jóvenes.
¿Y los muertos? Cuando los primeros camiones se llenaron de jóvenes, fue difícil controlarlos para que no escaparan, así que los policías de arriba cerraron la salida “porque no han regresado los camiones”… y se les iba el botín: 5 mil pesos por joven. Pero los policías de abajo siguieron presionando a la gente en la escalera de salida. Por esta criminal acción murieron doce personas, nueve adolescentes y tres policías, todos por asfixia en la escalera sometidos a presión por policías abajo e impedidos de salir por policías arriba.
No hubo muertos por falta de salida de emergencia o por tenerla cerrada con cadenas, como en el incendio del Lobohombo, donde los inspectores de Dolores Padierna, delegada en Cuauhtémoc, recibieron su soborno y se fueron a repartir. No, ni incendio ni terremoto ni pánico: el administrador obedeció a la policía, la clientela también.
Quien produjo la tragedia fue la policía y nada más que la policía. Y por afán de lucro, no de protección civil. Las tardeadas se organizan para clientela que no tendrían permiso de sus padres para llegar de madrugada. La cerveza no debe venderse a menores, pero hacerlo no es causal de prisión, y menos por 24 años. Muchos nietos beben cerveza o vino tinto en el patio de sus abuelos los domingos de asar carnes.
El lugar tenía avisos: se debían presentar credencial del IFE al solicitar una bebida alcohólica, incluida cerveza. Aun sin estos descargos en fotos y testimonios, el castigo es una multa, ni siquiera la clausura definitiva del lugar, no 24 años. Aún peor: el dueño del local lo perdió bajo la nueva ley de extinción de dominio… que aplica para narcotráfico.
Ni un solo policía causante de 12 muertes está preso por homicidio y extorsión. Ni uno solo. ¿Por qué la orden era detener a los jóvenes? El menor que bebe cerveza no comete ningún delito, lo comete quien se la vende. Cuando una familia va a comer a un restorán y pide cervezas o tinto, ¿debe el propietario controlar que los padres no le sirvan medio vaso a un joven de 17 años?
Como ocurrió a Carlos Ahumada: la venganza del poder, cuando el PRD se siente cogido en falta, es monstruosa. A Ebrard, jefe de policía durante el gobierno de AMLO, le quemaron vivos en Tláhuac a dos jóvenes investigadores que vigilaban una guarida del EPR. Llegó la TV. Pero no la policía de Ebrard. La delegada, una tal Fátima, vio a la gente enardecida y salió de prisa, taconeando, porque “urge levantar un acta”. Canalla. Hay allí delitos por omisión: la delegada que huyó, y Ebrard, incapaz de mandar un helicóptero a lanzar gases lacrimógenos. Eso o dos disparos al aire habrían salvado a los muchachos. La TV no se atrevió a transmitir las imágenes de los jóvenes quemados vivos.
Como en Naranja Mecánica, Fátima y Ebrard deberían ser forzados, con pinzas para mantenerles abiertos los párpados, y atados, a ver y oír a los quemados vivos, una y otra vez, y que por el resto de sus vidas no puedan volver a dormir sin esa pesadilla.
Y es la izquierda civilizada…
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