agosto 15, 2012

Informalidad, ¿cuál es su tamaño real?

Arturo Damm Arnal (@ArturoDammArnal)
arturodamm@prodigy.net.mx
La Crónica de Hoy

¿Cuántos mexicanos trabajan en la informalidad? Una manera de responder es restándole, a la población ocupada, que reporta el INEGI en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, ENOE, el número de personas que cuentan con un empleo formal, dato que reporta la Secretaría de Trabajo y Previsión Social. En junio la cantidad de personas ocupadas que tuvieron un empleo formal sumó 15 millones 806 mil 830. En el segundo trimestre del año la cantidad de gente ocupada sumó 48 millones 437 mil 762, de tal manera que 32 millones 630 mil 932 personas, el 67.4 por ciento de la población ocupada, laboró en el sector informal de la economía. La conclusión es que sólo uno de cada tres mexicanos ocupados trabaja en el sector formal de la economía, de tal manera que la economía informal abarca dos terceras partes del mundo laboral.

¿Realmente la economía informal abarca dos terceras partes del mundo laboral? Sí, si definimos a dicha economía como la compuesta por todos los trabajadores que no están dados de alta en el IMSS, informalidad que en México suma los ya mencionados 32 millones 630 mil 932 de personas. No si definimos a la economía informal como aquella compuesta por agentes económicos que no cumplen con ninguna de las disposiciones gubernamentales, comenzando por el pago de impuestos. Hay muchos agentes económicos (por ejemplo: los profesionistas independientes o las personas físicas con actividad empresarial), que trabajan por su cuenta, que no están dados de alta en el IMSS, que no cuentan con empleo “formal”, pero ello no quiere decir que no cumplan con las disposiciones gubernamentales, comenzando por las tributarias. ¿De cuánta genta estamos hablando? Según la ENOE, durante el segundo trimestre del año 11 millones de personas, 23 por ciento de la población ocupada, trabajaron por cuenta propia, razón por la cual no fueron empleados, motivo por el cual no estuvieron dados de alta en el IMSS, razón por la cual fueron consideradas informales, lo cual no quiere decir que no cumplieron con las disposiciones gubernamentales, comenzando por el pago de impuestos. No estar dado de alta en el IMSS no supone estar en la economía informal, definida como aquella compuesta por quienes no cumplen con ninguna de las disposiciones gubernamentales, comenzando por las tributarias. Entonces, ¿de qué tamaño es la informalidad en México?

Según la ENOE, a lo largo del segundo trimestre del año 14.2 millones de personas, el 29.3 por ciento de la población ocupada, trabajó en la economía informal, definida como “todas aquellas actividades económicas de mercado que operan a partir de los recursos de los hogares, pero sin constituirse como empresas con una situación independiente de esos hogares”, lo cual no quiere decir que no cumplan con las disposiciones gubernamentales, pago de impuestos incluido.

¿Cuál es el tamaño real de la informalidad en México? ¿Qué porcentaje de la población ocupada no cumple con las disposiciones gubernamentales, comenzando por las tributarias, incumplimiento que es el que realmente define a la economía informal?

El problema es la corrupción

Mauricio Merino
Investigador del CIDE
El Universal

Los conflictos postelectorales han formado parte de toda la historia de México, como un sino y como una secuela de sus propios fracasos. Han sido, junto con los conflictos agrarios y las más antiguas reivindicaciones indígenas por la posesión de la tierra, la causa más frecuentada por las proclamas políticas, las rebeliones civiles y las asonadas militares. Esos conflictos han definido los rasgos principales de los sistemas políticos que han gobernado el país y han determinado, también, la forma en que los mexicanos hemos hecho política la mayor parte del tiempo.

Nada de lo que está sucediendo ahora es novedoso; y tampoco lo sería si el conflicto consiguiera escalar hasta el punto de impedir, una vez más, el curso de una legislatura más o menos estable, o un gobierno con alguna capacidad de conciliar entre posiciones opuestas. Lo inédito no sería la continuación de esa larga historia de desencuentros, acusaciones crecientes e intolerancia –que en los protagonistas actuales cuenta ya con veinticuatro años de precedentes--, sino un giro a favor de la democracia. Y aunque haya sido por excepción, alguna esperanza podríamos atesorar, pues esas secuelas también han tenido un modesto espacio en la atribulada historia de México, al menos, en 1867 y en 1996, cuando conseguimos imaginar que la democracia no era imposible.

Pero si alguna expectativa cabe todavía en esta nueva vuelta al pasado, no habrá que buscarla entre los partidos ni en los asuntos electorales —pues ellos seguirán en su ruta, obsesiva, repetitivamente—, cuanto en la agenda planteada desde las orillas sociales del régimen, en busca del ejercicio democrático, responsable y honesto de los poderes políticos. Y aun con los mismos argumentos que los líderes de la clase política han encontrado: ¿O no es acaso la corrupción del dinero público lo que ha manchado estas elecciones? ¿Y no es exactamente esa idea la que justifica el nuevo movimiento planteado por AMLO y las primeras respuestas ofrecidas por Peña Nieto?

A diferencia de los conflictos derivados de elecciones pasadas, el que ahora está en curso no podría resolverse ya con nuevas reformas al código electoral, ni a los procedimientos que nos permiten votar, ni inventando nuevas instituciones o autoridades electorales. El problema ya no está en esa arena sino fuera de ella: está en el abuso de los recursos públicos, en la oscuridad con la que se maneja el dinero –de todos los gobiernos—y en la permisividad de un régimen que, en la práctica, no le rinde cuentas a nadie. No fueron votos mal contados, ni padrones inflados, ni autoridades sesgadas, ni casillas trucadas. Lo que ha puesto en jaque este nuevo proceso y está amenazando otra vez la ilusión democrática es, lisa y llanamente, la corrupción con la que se manejan los puestos, los supuestos y los presupuestos públicos del país.

Sería absurdo e inútil buscar salidas de esta reimpresión de los viejos conflictos a través de las consabidas reformas electorales. Lo que debe construirse es un verdadero sistema de rendición de cuentas, que haga imposible que los partidos se sigan adueñando de los gobiernos como si fueran suyos y que sigan usando el dinero y los medios públicos que se les entregan para ensanchar impunemente sus espacios de autoridad –o al menos, para tener la esperanza de evitarlo.

Pero no con la fórmula –tan ingenua como fanática—de quitar a los “malos” para poner a los “buenos”, ni tampoco creando más instituciones burocráticas para taparle los ojos al macho y huir cómodamente al futuro, como proponen, respectivamente, AMLO y Peña Nieto, sino con la construcción de una política nacional de rendición de cuentas hacia los ciudadanos que comprenda y ataje, con sensatez y conciencia, las verdaderas causas del problema que está viviendo el país. La corrupción no es más que consecuencia de la falta de medios para controlar el ejercicio democrático del poder. Si algo bueno ha de venir, que sea la rendición de cuentas.

Chivos y patos

Sergio Sarmiento (@sergiosarmient4)
Jaque Mate
Reforma

"No debemos cometer el error de 2006 de desconocer al próximo presidente". Graco Ramírez

Chivos, gallinas y patos vivos son algunas de las pruebas adicionales que Andrés Manuel López Obrador hizo registrar ante notario ayer y que serán sometidas al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación para invalidar la elección a la Presidencia de la República. No estoy seguro de qué harán los magistrados con los animales. Me pregunto si tendrán que interrogarlos para que ratifiquen sus declaraciones. Y después del interrogatorio, ¿se les mantendrá en algún corral en el edificio de la sala superior? Después de todo, destruir o deshacerse de pruebas es un delito.

Estos animales son presuntos obsequios para inducir el voto por el PRI. Supongo que López Obrador cuenta con declaraciones de los sobornados que testificarán que, efectivamente, los animales se les dieron a cambio de sufragios. Al final, sin embargo, será complicado, si no imposible, probar que realmente los animales fueron una forma de cohecho. El número total de pruebas adicionales, por otra parte, asciende a 3 mil. Difícilmente comprobarían la compra de 5 millones de votos.

Poco le importa eso a Andrés Manuel. Este 12 de agosto ya advirtió a los magistrados que no aceptará "argucias legaloides". Las pruebas del fraude serán llevadas al Tribunal en un tráiler de 25 toneladas para que éste "luego no diga que no las ve".

No todos los perredistas muestran la misma confianza en la contundencia de las pruebas. Graco Ramírez, el gobernador electo de Morelos, declaró este 13 de agosto: "Vamos a atenernos al resultado de las elecciones que dé el Tribunal". A pesar de que antes de las elecciones del 1o. de julio estos dos políticos dejaron de lado sus diferencias, por lo que Graco se presentó en el cierre de campaña de López Obrador en la Ciudad de México, el morelense se ha distanciado nuevamente del tabasqueño. "No debemos -dijo- cometer el error de 2006 de desconocer al próximo presidente y perder el tiempo y provocar que el PAN y el PRI se pongan de acuerdo". Graco se preocupa por "el demérito de todo ese voto recibido por los ciudadanos, que es muy grande a favor de la izquierda".

Como otros militantes de la izquierda, Graco no desea continuar por la senda de las impugnaciones. Quizá duda que unos chivos, gallinas y patos puedan convertirse en fundamento legal para declarar la invalidez de la elección. Lo ha dicho el propio Arturo Núñez, gobernador electo de la izquierda en Tabasco y abogado de López Obrador: "Al amparo del voto secreto demostrar que el voto es comprado es imposible".

La opción que plantea Graco es la más sensata. La izquierda debe aprovechar la fuerza que ha obtenido en los comicios del 1o. de julio, que le fueron muy favorables pese a las protestas de López Obrador, para impulsar una agenda de izquierda. Andrés Manuel pudo haber hecho esto desde 2006, pero prefirió enfrascarse en un esfuerzo inútil por demostrar que él era el presidente legítimo de México.

Quienes militan en la izquierda democrática en México tienen sin duda temor de que se repita el escenario del 2006. Corren el riesgo de que sus esfuerzos por fijar una agenda legislativa se desvanezcan ante protestas inútiles que solo buscan defender el interés personal de López Obrador.

Los gobernadores de izquierda "tenemos un consenso ya -dice Graco- de atenernos al resultado del Tribunal". Quieren evitar que el PRI y el PAN definan por sí solos la agenda política. La izquierda democrática quiere, y con razón, una participación en los acuerdos de gobierno. No desea perder la oportunidad solo para pastorear los chivos, gallinas y patos de López Obrador.

CFE

El presidente Calderón invitó a los ex directores generales de la CFE a celebrar el 75º aniversario de la CFE. También tuvo al senador priista Francisco Labastida. Defendió en la ceremonia la extinción de Luz y Fuerza del Centro, que fue una de las medidas más importantes de su gobierno.

¿Por qué la enjundia lopezobradorista de Monreal?

Leo Zuckermann (@leozuckermann)
Juegos de Poder
Excélsior

Ricardo ha defendido con mucha pasión y hasta con cierto toque de fanatismo, las posturas de López Obrador.

Ricardo Monreal ha sido el político de la izquierda que más se la ha jugado con López Obrador antes y después de la última elección presidencial. El ex gobernador de Zacatecas ha defendido con mucha pasión y enjundia, hasta con cierto toque de fanatismo, las posturas del tabasqueño. Se ha convertido, de esta forma, en el defensor más conspicuo de AMLO. No dudo que esta posición se deba a sus convicciones ideológicas. Pero también creo que hay otros tres factores que lo explican.

Para empezar está la historia de Monreal con el ex candidato presidencial de la izquierda. En 1998, el entonces senador del PRI pretendía ser gobernador de su estado. Era, sin duda, uno de los políticos más populares de Zacatecas. El presidente Zedillo, sin embargo, erró y designó a José Marco Antonio Olvera como candidato del PRI a la gubernatura. Monreal se inconformó por la decisión presidencial. A escena entró el entonces líder nacional del PRD, López Obrador, quien, con magnífico olfato político, le ofreció la candidatura perredista de Zacatecas al joven y popular político priista. Monreal renunció al PRI, aceptó la oferta del PRD y ganó la elección. Desde entonces, el zacatecano siente un profundo agradecimiento con AMLO, quien no sólo le abrió la posibilidad de ser el gobernador de su estado sino que realizó una intensa campaña a favor de él.

Hay, entonces, una enorme lealtad de Monreal con AMLO. Lealtad que incluso lo ha llevado a situaciones vergonzosas. En 2008, el zacatecano tuvo que renunciar a ser senador del PRD para pasarse a las filas del Partido del Trabajo. De esta forma, el PT pudo tener el mínimo de senadores para formar un grupo parlamentario y acceder a una serie de prerrogativas muy apetitosas. Monreal lo hizo por lealtad a AMLO.

Pero no es sólo la lealtad lo que explica el entusiasmo lopezobradorista de Monreal. El año pasado, AMLO lo nombró coordinador de su campaña presidencial. Ambos hicieron una labor destacada ya que, de las tres campañas principales, fue la única que subió en las intenciones de voto. Sin embargo, no les alcanzó para ganar. Y he ahí la segunda razón de por qué defiende Monreal con tanta pasión y enjundia a AMLO. Al hacerle eco al discurso lopezobradorista de presunto fraude electoral justifica el fracaso en las urnas. Tanto el tabasqueño como el zacatecano se escudan tras el argumento del fraude para no asumir la responsabilidad de la derrota. La narrativa de “no perdimos sino que nos robaron” es particularmente relevante para mantener el liderazgo de las bases sociales de la izquierda. Imagine usted si, en vez de utilizar este argumento, tanto López Obrador como Monreal salieran a responsabilizarse de la derrota: en ese mismo momento estarían muertos políticamente hablando.

Lo cual nos lleva a la tercera razón del vigoroso lopezobradorismo de Monreal. Algún día, ya sea por razones naturales o políticas, alguien heredará las bases de ese movimiento social. No es nada despreciable: son miles de mexicanos que se movilizan por él, cientos de miles que lo adoran y millones que votan a su favor. Cierto es que, hasta ahora, este movimiento ha sido muy personalista: gira alrededor de la figura, siempre polémica, de AMLO. Pero también es cierto que, a pesar del caudillismo existente, los que giran alrededor del líder siempre sueñan con ser los herederos del movimiento. Son varios, sin duda, los que se imaginan sustituyendo algún día a López Obrador en la izquierda. Uno de ellos es Monreal quien, hoy por hoy, es el lopezobradorista más conspicuo.

Monreal es un político inteligente, articulado y con mucho olfato político. Quiérase o no, ahí sigue vigente. Es pieza central de la izquierda mexicana y todo indica que seguirá siéndolo. Ahora dejará el Senado para ir a la Cámara de Diputados, donde seguramente será una de las voces más vocales del lopezobradorismo. No sólo por la lealtad que le tiene a AMLO sino porque le conviene políticamente hablando.

Esa izquierda europea adoradora de caudillos

Román Revueltas Retes
revueltas@mac.com
Interludio
Milenio

Me tiene sin cuidado, aunque me irrita un tanto, que a Jean-LucMélenchon, el provocador candidato de la extrema izquierda en las pasadas elecciones presidenciales francesas, se le enciendan los sentimientos al aparecerse en el horizonte la figura de Hugo Chávez. Después de todo, el hombre no tenía la menor posibilidad de ganar la presidencia ni es tampoco, creo yo, un representante de esas fuerzas progresistas que tanto dignifican a los socialistas europeos.

Pero, miren ustedes, resulta de cualquier manera muy sorprendente, aparte de inquietante, que un presunto defensor de los ideales de la izquierda en el Viejo Continente simpatice abiertamente con un autócrata populista que, entre otras cosas, utiliza el poder del Estado para perseguir perversamente a sus adversarios políticos, se solaza en el odioso culto al caudillo fantoche y, aparte de modificar la Constitución de su país para perpetuarse en el poder, suprime libertades ciudadanas sirviéndose de un Congreso a modo.

Lo de cerrar los ojos ante los abusos a los derechos humanos —digo, siempre y cuando se perpetren en nombre de la “revolución socialista”— y lo de acomodarse sin mayores problemas de conciencia a los modos de los opresoresson indecentes vicios que la izquierda europea no logra quitarse de encima.

Sin embargo, lo que de verdad me ha exasperado fue leer, en la sección Téléphones rouges de Le nouvel observateur —mi revista francesa favorita, encima— una nota sobre las elecciones mexicanas, titulada, sin más, Corruption électorale. Los redactores del semanario reseñan, como si fueran hechos comprobados, las denuncias de Obrador: compras de votos en Tabasco, 260 mil tarjetas de débito repartidas para distribuir fondos provenientes del “blanqueo de dinero”… No se han tomado la pena de enterarse de que tenemos un IFE, de que los ciudadanos supervisamos directamente las elecciones y de que hemos realizado enormes esfuerzos para democratizar este país. No. Basta con que se les aparezca el caudillo y caen redonditos. Merde!