Ex presidente nacional del PAN

El pulso que se está jugando en la Cámara de Senadores por la reforma laboral destruyó el clima paradisiaco generado después de su aprobación por una sólida mayoría multipartidista en la Cámara de Diputados.
En el Senado el PAN y el PRI se han instalado en una guerra de posiciones cuyo resultado no va a dejar buenos saldos para los principales forcejeantes y reportará abundantes ganancias para el conjunto de las izquierdas que en esta batalla hace las veces de comando zapador del proyecto.
Los escenarios previsibles están a la vista: si los senadores tricolores, con el apoyo de unos cuantos faltistas u omisos de la oposición salen victoriosos, la nueva ley se enviará al Ejecutivo el que la mandará promulgar de inmediato, dado que se trata de una de sus iniciativas preferentes. Pero sería una victoria pírrica pues sacrificarían, en una batalla táctica, su credibilidad como alternativa modernizadora.
En el caso de que el bloque PAN-izquierdas gane la partida en el Senado y al regresar el proyecto de ley a los diputados el rugiente parque jurásico tricolor cumpla sus amenazas de liquidar definitivamente este nuevo intento de poner al día las normas laborales, el descrédito será principalmente para quienes impidieron la reforma. Esa cerrazón le hará daño a todo el país.
Una tercer escenario es que de entre los senadores y diputados surja un talentoso liderazgo negociador que rompa el impasse en el que ahora se encuentran y se logre una buena ley aunque no sea perfecta. Esa posibilidad existe si las bancadas priístas son leales a la línea que les tiró el próximo presidente desde Europa favorable a la transparencia en los sindicatos. A su vez, en el flanco panista convendría que, sin perder el objetivo de democratizar a las organizaciones obreras, se le diera prioridad al tema de la rendición de cuentas de los líderes.
Dada la correlación de fuerzas en el poder legislativo los partidos deben evitar el voluntarismo maximalista de ir por todo o nada. Es la hora del pragmatismo positivo. Unos y otros deben ceder para todos ganar.
A la luz de este paradigmático caso de la reforma laboral podemos prefigurar lo que le podría ocurrir a la futura administración federal, si las grandes transformaciones que ya pregona con bombo y platillo terminan destrozadas entre las fauces de los dinosaurios de todos los colores y sabores.
La situación aconseja que los actores políticos exploren la posibilidad de establecer un gran acuerdo político marco, de alcance nacional, al que sean convocadas todas las fuerzas políticas y sociales a fin de avanzar rápidamente en la agenda de reformas que el país requiere.
El modelo español del Pacto de la Moncloa de 1977 es aplicable. Contra lo que aparece a primera vista la coyuntura política mexicana es propicia para una iniciativa política de esa envergadura. Nuestra economía ha pasado ejemplarmente por el pantano de la crisis internacional pero no puede decir que tiene el plumaje limpio. Hace apenas una semana el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, decía en Tokio cómo la afecta la turbulencia mundial, y advirtió sobre los peligros de un probable agravamiento en el entorno económico externo para el que no estamos pertrechados.
Hay que preparar al país para enfrentar esos tiempos y salir fortalecidos; una de las mejores formas de hacerlo es concretando las reformas pendientes. Si no se han hecho es porque hubo y hay poderosas resistencias a ellas, por eso este es el momento preciso de poner en juego el liderazgo político y conjugar un bloque de poder plural capaz de realizarlas. Es la hora de los estadistas.
El pacto español se logró porque hubo líderes políticos de la talla de Adolfo Suárez, Felipe González, Manuel Fraga Iribarne, ellos superaron sus pasiones ideológicas y recelos partidistas para darle viabilidad económica a la transición democrática.
En México necesitamos políticos de esa estatura para legitimar nuestra democracia, que sean capaces de tomar decisiones difíciles y vencer obstáculos para abrir nuevos horizontes de bienestar sustentable y progreso productivo a esta y a las futuras generaciones de mexicanos.