octubre 31, 2012

Drogas y cifras

Sergio Sarmiento (@sergiosarmient4)
Jaque Mate
Reforma

"Cualquier forma de adicción es mala, no importa si el narcótico es alcohol, morfina o idealismo". Carl Jung

El presidente Felipe Calderón se mostró optimista este 29 de octubre cuando en Manzanillo, Colima, dio a conocer los resultados de la Encuesta Nacional de Adicciones de 2011. Y es lógico. Él sabe que su gobierno quedará marcado por la violencia relacionada con la lucha contra las drogas. Presentar como éxitos solamente las detenciones o muertes de los capos de poco sirve si no se puede festejar una baja en el consumo.

"Tenemos el problema todavía, pero la tendencia se rompió -dijo el Presidente-. Pasó de 1.4 a 1.5. Es prácticamente la misma; es decir, se estabilizó la prevalencia. Concretamente, lo que era un aumento creciente y preocupante en consumo de drogas ilícitas se detuvo en su crecimiento".

La Encuesta Nacional de Adicciones mide el consumo anual de ciertas sustancias en una población de 12 a 65 años de edad. Según las cifras publicadas por el Consejo Nacional contra las Adicciones, el consumo de cualquier droga ilegal en México pasó de 0.8 por ciento de la población en 2002 a 1.4 por ciento en 2008 y a 1.5 por ciento en 2011. Ésta es la estabilización de la que se precia el Presidente. En realidad el consumo de marihuana aumentó de 0.6 a 1.0 por ciento entre 2002 y 2008 y a 1.2 por ciento en 2011; el de la cocaína de 0.3 y 0.4 a 0.5 por ciento.

Los hombres están aumentando más su consumo de drogas ilegales: de 1.7 a 2.3 entre 2002 y 2008 para llegar a 2.6 por ciento en 2011. En mujeres hubo un alza de 0.1 en 2002 a 0.5 en 2008, pero en 2011 se registró una baja a 0.4 por ciento. El consumo entre adolescen- tes de 12 a 17 años, que había subido de 0.7 a 1.5 entre 2002 y 2008, se mantuvo estable en 1.5 por ciento en 2011. En la población de 18 a 34 años, en cambio, el crecimiento es importante: de 1.4 a 2.0 entre 2002 y 2008 hasta llegar a 2.3 por ciento en 2011.

Hasta ayer al mediodía el Conadic no había publicado en su página de internet las cifras correspondientes a alcohol y tabaco, pero no hay duda de que estas sustancias son un mayor problema de salud pública que la marihuana, la cocaína o los inhalantes. Estos últimos, según la encuesta, apenas han sido consumidos por el 0.1 por ciento de la población.

En las cifras disponibles, el abuso o dependencia del alcohol pasó de 4.1 a 5.5 por ciento entre 2002 y 2008. Entre los hombres la condición alcanzó en 2008 el 9.7 por ciento contra el 1.7 por ciento de las mujeres. La tolerancia social al consumo del tabaco y del alcohol se mantiene alta entre la población, señala el estudio, a pesar de los daños a la salud que provoca.

Siempre hay que ver con cuidado cifras como las de la Encuesta Nacional de Adicciones. Mucha gente se niega a dar respuesta o miente en una encuesta en que se le pregunta si consume sustancias ilegales. Las cifras de consumo en México, por otra parte, son tan pequeñas que los aumentos o bajas se miden en décimas y suelen quedar dentro del margen de error de las encuestas.

De lo que no hay duda es que el consumo de drogas ilegales en México es muy inferior al de otros países. En la República Checa 15.2 por ciento de la población de entre 15 y 64 años usó marihuana en 2008, en Estados Unidos 13.7 por ciento y en Canadá 12.7 por ciento. En ese mismo año el consumo en México fue de 1 por ciento.

México tiene un problema de consumo excesivo de alcohol más que de marihuana o de cocaína. Estamos hundiendo al país en un torbellino de violencia para combatir el problema que no tenemos. Lo hacemos para ayudar a nuestros vecinos, pero no nos estamos preocupando por el problema que sí tenemos: el abuso del alcohol.

Inauguración

Ayer el jefe de gobierno Ebrard, el electo Mancera y el presidente Calderón inauguraron la línea 12 del Metro capitalino. No debería ser un tabú que políticos y funcionarios de distintos partidos políticos juntos inauguraran obras. Se les paga para construir y no para que se peleen por sus ideologías.

El Paseo de los Dictadores

Jorge Fernández Menéndez (@jorgeimagen)
Razones
Excélsior

La estatua de Aliyev es una de las grandes paradojas de una ciudad gobernada por una izquierda que olvida sus orígenes...

Si el gobierno del DF (o sus funcionarios, porque nadie sabe dónde quedó ese dinero) pudo embolsarse diez millones de dólares colocando la estatua del dictador de Azerbaiyán, Heydar Aliyev, en pleno Paseo de la Reforma, ¿por qué no convertir esa bella avenida en el Paseo de los Dictadores, colocar en Reforma las estatuas de todos los personajes menos respetables del mundo político contemporáneo y convertirla en una suerte de paseo de los horrores? Además, si se pagaron diez millones de dólares por la estatua de Aliyev, ¿cuándo se pagaría por personajes mucho más conocidos en México?

Imagínese usted que en lugar de las estatuas de bronce de los héroes patrios (estatuas que, sobra decirlo, están desapareciendo con velocidad sorprendente, se supone que robadas por amigos de lo ajeno), pudiéramos disfrutar de las estatuas de Francisco Franco (sin duda habría muchos dispuestos a financiarla) o de los hermanos Fidel y Raúl Castro (en última instancia, los Castro que nunca renegaron públicamente de Franco y eran tan amigos de Fraga Iribarne, llevan en el poder casi el doble de tiempo que el Generalísimo), junto con Alfredo Stroessner, Anastasio Somoza, Duvalier o incluso Idi Amin o los genocidas de Pol Pot, para no dejar fuera a los clásicos, como Adolf Hitler o Benito Mussolini, ubicados junto con los Pinochet, los Videla, los Bordaberry que han asolado este continente. La lista sería casi interminable, pero sería también un negocio extraordinario: todos tuvieron (y muchos aún tienen) simpatizantes, hombres y mujeres que creen que la intolerancia, la violencia contra los suyos, la tortura y el totalitarismo son instrumentos útiles para mantener el orden y generar progreso (como argumentan los defensores de la estatua de Aliyev). Además, todos esos dictadores han arruinado a sus países pero todos, sin excepción, han dejado una casta en torno suyo que supo enriquecerse con la miseria de su gente. El Paseo de la Reforma convertido en el Paseo de los Dictadores, desde esa óptica, no parece ser una mala idea si, en la dinámica del homenaje a Aliyev, cualquiera puede pagar por estar allí.

La verdad es que todo lo ocurrido en torno a esa estatua es vergonzoso, desde el personaje hasta el pago de diez millones de dólares que nadie sabe a dónde fueron a parar. Desde la soberbia de los funcionarios que intervinieron en ese proceso, pensando que nadie sabría quién era el ilustre personaje homenajeado, hasta la ausencia de explicaciones plausibles de Marcelo Ebrard, como jefe de Gobierno capitalino. Poco, sin embargo, es más vergonzoso que las palabras del secretario del embajador de Azerbaiyán en México, Miguel Luna, que le dijo el viernes en el programa Frente al País a nuestro amigo Pablo Hiriart, que todo era parte de un complot, una conjura de los miembros de la comunidad armenia y particularmente del ex rector José Sarukhán (por cierto, uno de los científicos y mexicanos más respetados en nuestro país, en todos los ámbitos) a los que calificó de “asesinos, genocidas e invasores que se meten en asuntos que no les competen”.

¿A poco no podrían decir lo mismo los defensores de los aspirantes al Paseo de los Dictadores, a poco no brindarían recursos, dinero, apoyos a quien les diera un reconocimiento que la comunidad internacional les regatea? La estatua de Aliyev es una de las grandes paradojas de una ciudad gobernada desde hace 15 años por una izquierda que en demasiadas ocasiones olvida sus orígenes y sus principios, unos gobiernos que colocan en mármol a un dictador que paga por ello pero que en todos estos años no ha homenajeado de la misma forma a las víctimas y a los luchadores por la dignidad, la democracia y los derechos humanos que tanto han contribuido a la transformación del mundo y de nuestro propio país.

Por si faltaran ejemplos

El deterioro de estas mismas fuerzas se pone de manifiesto en muchos ámbitos. El municipio de Benito Juárez, en donde se encuentra Cancún, ha sido gobernador por el PRD desde hace años. Pero su anterior presidente municipal, Greg Sánchez, terminó en la cárcel por sus relaciones con el narcotráfico. Es verdad que está en libertad porque el juez Efraín Cázares López, que acaba de ser destituido de su cargo por el Consejo de la Judicatura, le otorgó un amparo sin informarle a la PGR que no pudo, porque no tuvo conocimiento, apelar contra el mismo. Su sucesor, el también perredista Julián Ricalde, fue acusado, por los mandos militares de la zona, de tener una policía corrupta en más de 90% de sus elementos. Y para desmentirlo, además de insultar a los mandos militares, Ricalde acusó a Sánchez, quien a su vez lo tildó de traidor y mentiroso. En estas manos está el principal centro vacacional del país.

Réquiem por el fin de una etapa

Marco Rascón (@MarcoRascon)
De monstruos y política
Milenio
www.marcorascon.org

A nombre de la izquierda, la vigencia de esa etapa podríamos definirla claramente, del 24 de abril de 2005 al 23 de octubre de 2012. Siete años y medio de conducción política marcada por la visión de Andrés Manuel López Obrador, que deja un saldo de posibilidades anuladas, siempre protegidas por la conquista de posiciones y la búsqueda del poder presidencial, convertido en el único objetivo.

Marcada esta etapa por la aceptación acrítica de sus decisiones y la sustitución del gran colectivo intelectual y político, por su método anacrónico de seguidismo y reduccionismo, ante un país que demanda democratización; alternativas ante los problemas y los males; participación, claridad y coherencia, condujo a una amplia diversidad de la izquierda, no solo a la sumisión, sino a la pérdida de identidad en el contexto de la crisis nacional.

En el balance se tienen elementos para decir que durante la etapa lopezobradorista, en oposición al PAN y al PRI, éste avanzó en posiciones ganando gubernaturas, legisladores y municipios, pero lo históricamente inexplicable, es cómo se anularon las posibilidades de estas posiciones ganadas, incapaces de generar reformas.

El lopezobradorismo será caracterizado como un movimiento contestatario —“en resistencia” dirían de sí mismos—, convertidos en fuerza de reacción, fuerza contraria que se legitima desde la negación y cuyas propuestas formales son incapaces de construir porque condena en principio al Poder Legislativo y repudia a los diputados y senadores surgidos de las mismas urnas electorales y de los mismos ciudadanos.

El lopezobradorismo niega su propio cuerpo; no acepta pensamiento independiente a lo que considera que es su mandato supremo como guía del destino nacional; es decir, la presidencia suprema.

Esto mismo lo fue convirtiendo en una fuerza funcional para los mismos poderes fácticos que dice combatir. La decisión de transformar su propio movimiento en un partido político, segregándolo de sus aliados, es resultado no de una convicción, sino de un aislamiento fabricado que se escuda en la pureza para sobrevivir como referente.

El ciclo que se abrió desde su llegada a la Jefatura de Gobierno del DF, tripulando un proceso del que era ajeno, fundado desde la oposición de la izquierda democrática y social, fue solo el primer paso de lo que sería el golpe del 24 de abril de 2005 en la marcha contra su desafuero. López Obrador considera que antes de él no existió la historia y menos la izquierda.

En ese acto, convocó para fundar y deslindarse; asomó su visión utilitaria de la izquierda e impuso formas y contenidos de lo que sería su primera candidatura presidencial en 2006. A nombre de la izquierda, construyó un esquema polarizado que le permitió al PRI tejer con lo vacíos que dejó su “presidencia legítima” y contribuyó a que mientras el golpeaba al PAN, el PRI cosechaba y aprovechaba la debilidad del “gobierno espurio”.

Pocas fueron las voces que advirtieron el error de desperdiciar la fuerza real en el Congreso surgida en las urnas, al convertirla en fuerza testimonial centrada únicamente en la lucha por la Presidencia o nada.

Todas las posibilidades de construir reformas, se diluyeron en insultos y juegos de palabras hirientes, chuscas, ocurrentes, pero inservibles para hacer política en las circunstancias extraordinarias que el voto otorgó por separado a los extremos ideológicos y políticos, para enterrar en definitiva al viejo régimen.

Este 23 de octubre de 2012, el voto conjunto en el Senado, de PRD, PAN, PT, MC y Panal, apuntó que más allá de la existencia de un Congreso dividido y polarizado están obligados a la conformación de bloques de alianzas como única vía para una reforma profunda del Estado mexicano en todos sus aspectos.

Frente a esto, el PRI ha tenido que lanzar las amarras por la borda ante la imposibilidad de imponerse él solo como autor del rumbo y enviando la iniciativa preferente del Presidente a la congeladora hasta que haya una nueva correlación de fuerzas, apoyándose en los que hacen quórum, pero que luego huyen del recinto haciendo que las minorías se conviertan en mayorías.

Es por ello que el 23 de octubre, al lograrse una nueva posibilidad numérica, significó un punto de inflexión dentro mismo de la izquierda, pues tanto el calderonismo en el PAN como el lopezobradorismo entre la izquierda, impidieron desde 2006 la posibilidad de arrinconar al viejo régimen y realizar reformas.

Andrés Manuel López Obrador, ese mismo día en el Senado, pretendió simular que el voto unificado era por su instrucción a fin de ocultar el fin de una política impuesta por él a lo largo de estos años.

Falta mucho por ver y hacer, pero pareciera que el final de la larga noche de la izquierda mexicana está por terminar y nos da oportunidad a que, inspirados en los vientos de noviembre, escuchemos el réquiem de toda una etapa política confusa y que por ineficiente ante lo posible, se hizo inmoral.