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Profesor de Humanidades del ITESM-CCM
El Universal

Desde hace casi cien años, los presidentes que se reeligen lo hacen con más votos en la segunda elección que en la primera, pero algunos no logran un segundo mandato. Es el caso de Gerald Ford, que sustituyó a Nixon pero no logró una segunda oportunidad. Lo mismo le ocurrió a su sucesor, el demócrata Jimmy Carter, que no pudo reelegirse, y más recientemente, a Bush padre. En los tres casos que le comento, hubo recesiones económicas durante sus mandatos que les costaron la reelección. Ahora Obama no tuvo una recesión en su mandato, sino que ya recibió el país en recesión, y tal vez por eso le dieron un segundo período, pero con menos apoyo que en la primera vez.
No hubo ahora la pasión de la primera vez, cuando ofrecía el cambio al grito de “sí podemos”, porque ahora el que ofrecía cambio era su contrincante. Y tampoco podía Obama, como hace cuatro años, culpar al “establishment” político y a Washington de todos los males, porque ya lleva tiempo ahí. Tal vez por eso no podía arrastrar multitudes como en 2008 pero con lo que jaló fue más que suficiente.
Llega al poder con un país dividido, más que hace cuatro u ocho años, aunque no tanto como hace doce, cuando Bush ganó los votos electorales pero perdió el voto popular, y esos votos electorales le llegaron de Florida, estado gobernado por su hermano, mediante un conteo irregular. Daba para “voto por voto”, pero Al Gore apostó por la institucionalidad. Y, en realidad, él había perdido la campaña que Clinton le había dejado en bandeja.
Pero, en cualquier caso, Obama no llega a este segundo mandato en las mejores condiciones. Tendrá nuevamente mayoría en el Senado, pero insuficiente para arrollar a los Republicanos (como sí tuvo de 2008 a 2010), y tendrá nuevamente una Cámara de Representantes con mayoría contraria, como la tiene desde 2010. Sin duda este gobierno dividido le ha impedido a Obama hacer más, pero tampoco parece que tenga una idea clara de qué más hacer, si no es lo mismo que ya hizo. En mi opinión, que no comparten muchos, tratar de impulsar la economía con más gasto del gobierno no tiene sentido, ni lo tiene apostar a energías alternativas, o a sistemas de salud que dependan de la bondad de las personas. Y tampoco creo que la recaudación que pueda lograr subiendo impuestos de quienes ganan más de 250 mil dólares al año dé para mucho.
Tal vez porque esas ideas no parecen muy brillantes (así las defiendan incluso premios Nóbel) es que la bolsa recibió a Obama con una caída importante. O tal vez nada más sea porque ahora ya todo mundo se acordó del “abismo fiscal”, o por pura suerte. Pero como lo único realmente diferente es la reelección, me inclino a pensar que Wall Street no votó por Obama.
No importa mucho. Ahora Obama tiene enfrente varios temas importantes que resolver. El primero, porque quedan 50 días, es el abismo fiscal. Si no hay un acuerdo de fondo, a partir del primero de enero de 2013 entra el “secuestro” del 5% del gasto del gobierno, mitad en defensa mitad en administración, salvaguardando algunas cosas especiales. Esas rasuradas parejas no son buenas, y hay miedo. Así como en agosto del año pasado nos pusieron a temblar porque no elevaban el techo de deuda, ahora va a pasar algo similar. Cada día que pase va a haber más incertidumbre, es decir, más volatilidad, es decir caídas mayores en las bolsas, alzas en las tasas, y eso, con deudas tan grandes como las que hay ahora, puede convertirse en un cambio estructural, mejor conocido como recesión.
El segundo problema que tiene Obama es tomar en serio lo que pasa en Asia. Más allá de los cuentos que contaron como candidatos Obama y Romney, Estados Unidos tiene que tomar decisiones muy importantes acerca de Siria, Irán y el mar del Sur de China. En el primer caso, tal vez tenga que seguir los pasos de su predecesor demócrata, Bill Clinton, en la invasión de Kosovo; en el segundo, habrá que ver si Irán detiene o no su programa nuclear y si Obama cumple su afirmación de que Irán no tendrá bombas nucleares en su mandato. Finalmente, en el mar del Sur de China lo que hay es un reacomodo entre China, Japón, Corea y los países del sureste (Vietnam, Filipinas, Malasia, Brunei, por el momento) que a veces se ve feo. Estados Unidos tiene convenios de defensa mutua con Filipinas, Corea y Japón, de forma que no le conviene que alguno de ellos tenga un conflicto serio con China, porque tendría que entrar. Pero tampoco le conviene que China controle esa región, porque inmediatamente después está el control del estrecho de Málaca, que no es otra cosa que el control de la mitad del comercio internacional.
Aunque escuché a muchos decir que los Republicanos son más agresivos que los Demócratas, una breve revisión de la historia muestra exactamente lo contrario. Son más frecuentes, y mayores, las guerras iniciadas por los Demócratas. Medio Oriente, la meseta Persa y el Sureste de Asia son temas totalmente diferentes, que esperamos que ninguno acabe en un conflicto directo, pero tampoco es algo que pueda simplemente descartarse.
De entrada, así le toca la baraja a Obama, que él conocía perfectamente. Tal vez incluso tenga ya soluciones decididas, pero pospuestas frente a la elección. Lo vamos a ver muy pronto, y esperemos que esté iluminado, porque no son cosas sencillas. En su primer gobierno no se destacó por ser ni muy creativo ni muy incluyente, y ambas cosas son hoy de la mayor importancia. Que haya suerte…