diciembre 07, 2012

La “izquierda personalísima” de López Obrador

Jorge Camil
El Universal

El 15 de julio pasado, en un editorial titulado “Obrador es un lastre”, el diario español El País se preguntó si el líder de una “izquierda personalísima”, con dos elecciones presidenciales perdidas y afectado de “victimismo conspiratorio”, es el adecuado para una izquierda moderna que tiene otras opciones en Marcelo Ebrard y Miguel Ángel Mancera. El sábado pasado, vándalos emboscados tras el rechazo del tabasqueño al nuevo Presidente se lanzaron a destruir la ciudad. Con tubos, palos, piedras y bombas molotov destruyeron hoteles, monumentos y comercios en el Centro Histórico. Pretendían “reventar” la toma de posesión de Peña Nieto, que en ese momento presentaba a la nación su propuesta para un México incluyente.

Tras su derrota en 2012 algunos pensaron que López Obrador reclamaría de nuevo la “presidencia legítima”, que asumió cuando nos vendió el fraude electoral de Felipe Calderón en 2006. Su prueba de ese “primer fraude” fue la misma de hoy: la siniestra mano negra de los poderes fácticos. Hubo movilizaciones de incondicionales enardecidos que prometían incendiar la ciudad de México. Y al final, los rencorosos calificativos de “espurio” y “pelele”, con los que persiguió a Felipe Calderón todo el sexenio.

El día de la toma de posesión de Enrique Peña Nieto, mientras los vándalos continuaban destruyendo la ciudad, López Obrador exigió desde la columna del Ángel de la Independencia, con su retórica violenta y autoritaria, la renuncia “inmediata” de Miguel Ángel Osorio Chong, nuevo secretario de Gobernación. Ricardo Monreal había gritado desde la tribuna de San Lázaro que las fuerzas del orden acababan de asesinar a un estudiante, al que pronto bautizó como “la primera víctima de Peña Nieto”. ¡Querían un mártir que les durara todo el sexenio!

Hoy el caudillo se refugia en Morena, en vías de convertirse finalmente en su propio partido político, consolidando cada vez más la república imaginaria donde se mueve rodeado de incondicionales, donde es juez y parte de sus propias causas y con sus propias reglas; una república de tintes religiosos, que promete vivir sin “lacras de la política”.

Ahí esperará el 2018. Y ahí se dará a la tarea de forjar al “hombre nuevo lopezobradorista”, como aquél prometido por el nacional socialismo alemán. Solo que el suyo estará vacunado contra el “individualismo, oportunismo, nepotismo, amiguismo, influyentismo, sectarismo y clientelismo”.

José Agustín Ortiz Pinchetti, designado secretario de Trabajo en el “gobierno legítimo” en 2006, reveló recientemente el propósito de Morena (http://bit.ly/V7NgHC). Apoyándose en una cita de Lorenzo Meyer dijo que se trató de un movimiento cuyo objetivo de largo plazo era tan ambicioso como difícil (y yo añadiría amenazante para la democracia): “modificar de raíz la cultura política de las mayorías”. Una ambición que han albergado otros líderes autoritarios.

En la izquierda personalísima de López Obrador no hay lugar para titubeos. Exige una entrega total. Algunos se rehúsan a seguirlo, sin la certeza de que Morena será algo más que una entelequia en la mente del tabasqueño.

En una entrevista reciente con Jorge Ramos de Univisión declaró que esta vez no reclamará la “presidencia legítima”. Con desacostumbrada humildad se describió como un dirigente social: “eso es lo que soy… sencillamente". Yo le recomendaría que se anime, que es mucho más que eso: es un agente provocador y un temible desestabilizador social.

Graco Ramírez, moderno gobernador perredista de Morelos, puso el dedo en la llaga, advirtió que López Obrador pasará a la historia como “el gran divisor” de la izquierda. El caudillo ha prometido que de ganar algún día la presidencia residiría en Palacio Nacional, como Juárez. Le seduce la figura del Benemérito, aunque es demasiado arrogante para asimilar las bondades democráticas del respeto al derecho ajeno…

México: ¿Un paso adelante?

Andrés Oppenheimer
El Informe Oppenheimer
Reforma

El acuerdo nacional de 95 puntos firmado por los tres partidos políticos más grandes de México puede tener un impacto positivo en ese país, y podría darle una lección de civilidad al Congreso de Estados Unidos y a varios países latinoamericanos.

El Pacto por México, tal como se denomina el acuerdo político, fue firmado el 2 de diciembre por el nuevo Presidente mexicano Enrique Peña Nieto y los líderes de los dos partidos de Oposición más grandes del país. Muchos lo describen como el acuerdo más ambicioso jamás firmado por líderes políticos mexicanos para modernizar el país y volverlo más competitivo.

Entre otras cosas, el Pacto por México se compromete a la creación de sistemas de seguridad social y de salud universales, y la implementación de una reforma educativa que incluya la evaluación de los docentes. También plantea reformas energéticas, un compromiso de aumentar el presupuesto de ciencia y tecnología en el 1 por ciento del PBI del país, y convoca a llamar a licitaciones para dos nuevas cadenas de televisión, así como medidas anti-monopólicas para crear una mayor competencia en la industria de las telecomunicaciones.

Algunas de las propuestas del Pacto por México, tales como las reformas educativa y de telecomunicaciones, serán presentadas ante el Congreso antes del 15 de diciembre, indican los firmantes. Otras serán sometidas al Congreso en el curso de los próximos dos años, aseguran.

Aunque muchos aplauden el Pacto por México como un acuerdo histórico, los escépticos señalan que muchas de sus cláusulas son vagas declaraciones de buenas intenciones que no serán fáciles para una aprobación en el Congreso. El problema estará en los detalles, opinan los menos optimistas.

Además, los escépticos ven el Pacto por México como "un pacto de cúpulas", que no pasó por un proceso de aprobación formal dentro de cada partido, y que por lo tanto, no compromete a todos los legisladores de los tres partidos firmantes.

El Pacto por México fue firmado por Peña Nieto, la presidenta del Partido Institucional Revolucionario (PRI) María Cristina Díaz; el presidente del Partido de Acción Nacional (PAN) Gustavo Madero, y el presidente del Partido para la Revolución Democrática (PRD) Jesús Zambrano. Horas después de la ceremonia de la firma, el ala izquierda del PRD denunció que Zambrano había firmado el pacto sin la aprobación de su partido.

Sin embargo, existe un consenso bastante amplio de que el Pacto por México es algo nuevo en la política mexicana. El País sufre una parálisis política desde hace varias décadas porque los partidos no lograban ponerse de acuerdo en cómo destrabar las reformas energética, fiscal, y educativa en el Congreso. El día después de que se firmó el pacto, el mercado de valores de México aumentó en un 1.2 por ciento pese a la baja registrada en el mercado de valores de Nueva York.

Jeffrey Davidow, ex jefe de la oficina de asuntos latinoamericanos del Departamento de Estado quien también fue Embajador en México durante la Administración Clinton, me dijo que "aunque es apenas un punto de partida, el Pacto por México es un documento impresionante".

El acuerdo nacional "revela un nivel de consenso político que en general no ha existido en México durante los últimos años", dijo. "Lamentablemente, en Estados Unidos, que también enfrenta la necesidad de lidiar con problemas estructurales importantes, no vemos ningún indicio de esa clase de cooperación y madurez", agregó Davidow.


Mi opinión: Estoy de acuerdo. Aunque no es para nada seguro que el Pacto por México vaya a producir resultados concretos, -las peleas sobre los detalles pueden malograr toda la iniciativa a la hora de discutirse en el Congreso- es un avance importante para un País, cuyo Congreso dividido no ha permitido sacar adelante reformas fundamentales.

Aunque por ahora el Pacto por México no sea más que un papel, en una democracia tan vibrante como la de México, donde los medios no son tímidos a la hora de exigirles a los políticos que cumplan sus promesas, el documento será un instrumento de presión para que los políticos cumplan su palabra.

Tal vez más importante aún, el Pacto por México le dará a Peña Nieto un escudo para protegerse contra los poderosos sindicatos y monopolios empresariales que en muchos casos tienen estrechos vínculos con su propio partido. Podría permitirle a Peña Nieto -si es que se anima- a ejecutar reformas importantes y decirle a los intereses especiales: "No puedo hacer nada al respecto, porque esto lo acordaron los tres partidos".

Eso, por sí mismo, convierte el Pacto por México en un instrumento potencialmente valioso que podría impulsar el avance de México. Y también podría servir de ejemplo para Estados Unidos en momentos en que su Congreso no logra consolidar una fórmula para evitar un abismo fiscal el 31 de diciembre; y para varios países latinoamericanos en que el Gobierno y la Oposición ni se hablan.

Josefina con Peña

Ana Paula Ordorica
Brújula
Excélsior

Dijo que será vigilante de que se cumplan las promesas de campaña y los anuncios que dio a conocer ese día el Presidente

Cuando entró Josefina a Palacio Nacional el sábado 1 de diciembre, los ojos de los mil 500 invitados voltearon a verla.

Cuestionada sobre la razón que la llevó a decidir estar presente en el discurso de toma de protesta de Enrique Peña Nieto, su contrincante en la elección presidencial, Josefina nos respondió, a mi compañero de Frente al país, Pablo Hiriart, y a mí, que nunca tuvo duda de estar ahí.

Su decisión fue para mostrar que acepta las reglas del juego de la democracia. Reglas que utilizó antes, durante y después de la campaña. Algo que quien quedó en segundo lugar de la contienda, Andrés Manuel López Obrador, no ha hecho.

AMLO ha jugado bajo las reglas de la democracia, antes y durante la campaña presidencial… a veces. Después de la noche del 6 de julio, su postura ha sido la denuncia de una campaña fraudulenta por la compra de votos y la movilización en las calles.

El sábado 1 de diciembre no fue la excepción. Desde el Ángel de la Independencia repitió el mismo mantra de cada elección que ha perdido: la mafia nos robó el poder.

Con ese antecedente y ante un escenario político que nos tiene a los mexicanos prácticamente divididos en tres, la postura demócrata de Josefina Vázquez Mota es importantísima.

Más aún porque ella misma aclaró que su presencia en Palacio Nacional no representa un cheque en blanco. Josefina dijo que será vigilante de que se cumplan las promesas de campaña y los anuncios que dio a conocer ese día el presidente Enrique Peña Nieto.

“Seré una voz que señale aquello que me preocupe”, dijo Vázquez Mota.

Josefina vuelve a la palestra política porque tiene que responder a los 12 y medio millones de votos que recibió. Doce y medio millones de personas que no supieron prácticamente nada de su candidata tras la elección y hasta este sábado.

La candidata del PAN había estado desaparecida del escenario político. No había acudido ni a eventos de su partido, aun cuando a uno de ellos trascendió que había sido convocada personalmente por quien todavía era primera dama, Margarita Zavala.

¿La razón? Josefina recordó y decidió aplicar una frase que le dijo el ex presidente de gobierno español, Felipe González: de lo más difícil en la política suelen ser los silencios, aun cuando hay momentos en donde los silencios son más fuertes que las palabras. Los silencios contribuyen y suman a construir un escenario más favorable.

“Yo opté por la prudencia; por un silencio activo. No he dejado de trabajar. Mi silencio fue por convicción para contribuir a un escenario de transición institucional. Yo decidí estar en Palacio Nacional; otros en las calles”, nos dijo firmemente Vázquez Mota.

Apostilla: Lo mejor fue una pequeña risa que soltó cuando se le preguntó no por los que la apoyaron ni por los que no votaron por ella, sino por una subcategoría: aquellos que votaron por ella, pero que no la apoyaron en la campaña presidencial.

Algoritmos y censura

Antulio Sánchez (@tulios41)
Internet
tulios41@yahoo.com.mx
Milenio

La programación es una práctica que carece de neutralidad y cuando la llevamos a cabo arrastramos o plasmamos en nuestros códigos nuestras posturas morales. Reafirma esto el polémico Evgeny Morozov, quien recientemente advirtió que los algoritmos se tornan en recursos para aplicar la censura en nombre de lo políticamente correcto (http://t.co/pkHCe1iv).

Para Morozov, a pesar de que Silicon Valley está asentado en la capital mundial de la contracultura, oculta posiciones profundamente conservadoras, se rige por normas caducas que impone a millones de usuarios en el mundo. Y el recurso para hacerlo son los algoritmos, que revestidos de su neutralidad matemática aplican criterios “moralinos” de lo que es aceptable y lo que no lo es.

Menciona que a principios de septiembre, The New Yorker encontró su página de Facebook bloqueada porque supuestamente había violado las reglas del sitio. El delito fue haber publicado una caricatura de Adán y Eva en el jardín del edén, en donde aparecían los senos desnudos de Eva y ese “error” fue suficiente para violentar la decencia que quiere instaurar Facebook en su república digital.

Muchas empresas trabajan de la mano de Impermium (http://impermium.com), de Silicon Valley, quien actúa como una policía eficaz en los sitios al eliminar comentarios no deseados de los lectores. Sus algoritmos identifican cualquier tipo de contenido nocivo (violencia, racismo, discurso de odio...) y permite a los propietarios del sitio suprimirlo en tiempo real y evitar así que llegue a los lectores.

El artículo de Morozov no tiene desperdicio y lleva a preguntarnos si los algoritmos nos permiten enriquecer la oferta y la diversidad de información; si multiplican la libertad de expresión o terminan haciendo lo contrario. No es la primera vez en la historia que en nombre de la modernidad eso ha sucedido: Habermas ha mostrado cómo la prensa comercial del siglo XIX terminó con la variedad informativa y de debates generados en el siglo XVIII.

En todo caso, Morozov advierte de la necesidad de estar más atentos al funcionamiento de los algoritmos, de tener una mirada crítica sobre su funcionamiento, de empezar a conformar instancias que permanentemente los sometan a una especie de escrutinio crítico y pedagógico, con el fin de que no sean un recurso para silenciar opiniones o establecer la censura.