febrero 27, 2013

¿Qué hacemos con la Estela de Luz?

Román Revueltas Retes
revueltas@mac.com
Interludio
Milenio

¿Habrá manera de construir un monumento en este país así nada más, como Dios manda, terminándolo a tiempo y sin que los costos se multipliquen exponencialmente?

Ya se habrán ustedes enterado de las “observaciones” de la Auditoría Superior de la Federación, estimados lectores. Registran, los auditores, toda suerte de irregularidades, desviaciones e ineficiencias en los festejos del Bicentenario y en muchas otras acciones realizadas en el sexenio del satanizado presidente Calderón. Por lo visto, que al país lo gobernara un hombre fundamentalmente honrado no hizo que los que trabajaban para él se contagiaran directamente de su honestidad. En todo caso, al antiguo primer mandatario de Estados Unidos (Mexicanos) se le podría imputar el pecado de omisión por haber consentido, así fuere de la manera más indirecta e involuntaria, raterías e ineptitudes.

Pero es que, encima, volvemos a tropezar con la misma piedra: en México es particularmente complicado hacer cualquier cosa, desde un aeropuerto hasta una presa hidroeléctrica, pasando por un parque eólico y un tren suburbano. Resulta así que no pudimos siquiera terminar el tal parque Bicentenario. Con lo sencillo que es plantar árboles y sanseacabó. Pero no: lo que hubiera debido ser una especie de Chapultepec en miniatura comenzó a devorar cada vez más y más recursos públicos, a lo tonto y sin control, hasta quedar, como tantas otras cosas, incompleto.

Ah, y luego la famosa y deprimente Estela de Luz, un proyecto que describe como ningún otro la cortedad de miras y la pequeñez de la gente que ha llevado últimamente las riendas en México: no hay monumento más ofensivamente mediocre que éste; parece adosado a otra estructura y la tal luz que despide ni siquiera se dirige hacia el paseo de la Reforma, la avenida más emblemática y más famosa de nuestro país, sino que se pierde hacia los lados, ignorando olímpicamente la perspectiva que va del castillo de Chapultepec hasta la figura del Caballito. Y pensar que costó las perlas de la Virgen. Madre mía…

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