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Interludio
Milenio
¿Habrá manera de construir un monumento en este país así nada más, como Dios manda, terminándolo a tiempo y sin que los costos se multipliquen exponencialmente?

Pero es que, encima, volvemos a tropezar con la misma piedra: en México es particularmente complicado hacer cualquier cosa, desde un aeropuerto hasta una presa hidroeléctrica, pasando por un parque eólico y un tren suburbano. Resulta así que no pudimos siquiera terminar el tal parque Bicentenario. Con lo sencillo que es plantar árboles y sanseacabó. Pero no: lo que hubiera debido ser una especie de Chapultepec en miniatura comenzó a devorar cada vez más y más recursos públicos, a lo tonto y sin control, hasta quedar, como tantas otras cosas, incompleto.
Ah, y luego la famosa y deprimente Estela de Luz, un proyecto que describe como ningún otro la cortedad de miras y la pequeñez de la gente que ha llevado últimamente las riendas en México: no hay monumento más ofensivamente mediocre que éste; parece adosado a otra estructura y la tal luz que despide ni siquiera se dirige hacia el paseo de la Reforma, la avenida más emblemática y más famosa de nuestro país, sino que se pierde hacia los lados, ignorando olímpicamente la perspectiva que va del castillo de Chapultepec hasta la figura del Caballito. Y pensar que costó las perlas de la Virgen. Madre mía…
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